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Dedico a W. el arma invencible
E

n estos días, debido a estos días por los que paso, desde las Islas Canarias Palenzuela, Nilo Palenzuela, me mandó una frase de Vladimir Jankélévich en el original francés que dice así: “Celui que a été ne peut plus désormais ne pas avoir été: désormais ce fait mystérieux et profondément obscur d’avoir été est son viatique pour l’éternité”, palabras que Palenzuela, Nilo Palenzuela, según me escribe, recuerda en cada ocasión en que pierde a alguien muy cercano, alguien muy querido, alguien único, alguien esencial. Me impactó, de modo que la traduje, para hacerla más inequívocamente mía. Aquel que ha sido no puede en adelante dejar de ser: en adelante ese hecho misterioso y profundamente oscuro de haber sido es su viático para la eternidad. Con mi más firme voluntad quiero creer que esta reflexión señala una verdad, más allá, o más acá, de la abstracción en la que entienden la vida y la muerte los filósofos, lo que es la vida que no pasa nunca a ser muerte, muerte según la entendemos los desolados, y quisiéramos no entender. Pero, ante la incógnita con la que a pesar de todo la reflexión me deja, frente a la inquietud y el desconcierto en que a pesar de todo me deja, permito más bien que el texto me atraiga más bien hacia lo que tiene de poético, aun cuando se trate de una poesía tan contundente que silencia lo que guarda de musicalidad. No puedo evitar tropezar en el orden y la elección de las palabras, como uno tropieza, encantado, con la aparente descomposición del lenguaje de E. E. Cummings.

Al mismo tiempo, desde un piso alto sobre avenida Universidad, en Copilco, aquí, en el suroeste de la Ciudad de México, y también debido a estos días por los que paso, Adolfo Castañón me mandó un poema desde el Japón del siglo XVII de Matsuo Kinsaku, o Basho, que transcribo: “La primavera se despide / los pájaros lloran –incluso a los peces / les saltan las lágrimas”. Entonces, pienso, soy pájaro, soy pez, por más que lo que esté obligada a hacer, debido a que estos días son estos días, no pueda ser llorar porque despidiera a la primavera, sino saber que lloro porque, por más que procuro, con toda la intención posible, con todo el empeño posible, sentir que la primavera ha llegado, es algo que no alcanzo y que tampoco sé de qué manera podría alcanzar, hundida como sigo y como sé que seguiré en adelante en invierno, un invierno que irremediablemente para mí ha quedado congelado.

En español: “La primavera se despide / los pájaros lloran –incluso a los peces / les saltan las lágrimas” tiene música, y puedo imaginar el particular diseño que conformará en caracteres japoneses, fino, reverencial.

Fascinada, en la enciclopedia encontré otros poemas de Basho, en inglés, que de inmediato traduzco: No trates de seguir los pasos de los sabios. / Ve detrás de lo que ellos buscaron. O: Cada día es un viaje, y el viaje mismo es el hogar. O: No hay nada que veas que no sea una flor / No hay nada que pienses que no sea la luna. Los tres, también, tan musicales que parecen danza viva, que atraviesa las nubes en pleno canto.

Y por último, también en estos días y también debido a estos días, entre mis papeles, aquí, en Chimalistac, me encontré con unas líneas que no puedo saber quién dejó olvidadas, como sin querer, y que, con una lectura amable, hasta podrían pasar por poema. Tú dirás, querido lector amigo. Es mi traducción del original inglés.

Te felicito, me dijiste, hace dieciocho años / ¿Y de qué y por qué me felicitas?, te pregunté, minutos después de contestarte sí / minutos después de contestarte sí / cuando tú sonreíste y no dejaste de sonreír /porque desde dentro yo te contesté sí / Eres valiente, me dijiste entonces / Y pasó el tiempo / Y sólo ahora, dieciocho años después, entendí por qué hace dieciocho años dijiste que yo era valiente / ahora entiendo / solamente hasta ahora / cuando te has quedado dormido para siempre / y para siempre para mí se congeló el invierno.