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Tocar fondo
E

so sentí cuando vi la foto de Natalia Aguirre, vestida de falda y playera, sentada en un banco de madera mirando hacia el suelo. A su izquierda, una botella de agua, un portafolio y un celular. A su derecha, bolsas negras de las que venden en los supermercados, de basura.

Dentro de las bolsas los restos de su hermano, Eladio Aguirre Chable, padre de dos hijos y originario de Las Choapas, Veracruz. Tenía 30 años cuando fue desaparecido en abril del año pasado.

El 24 de marzo, Eladio fue encontrado por su madre. Lo encontró sin el apoyo del gobierno de Veracruz. Habló a las autoridades para decirles que estaba frente al cuerpo de su hijo. No le hicieron caso. Respondieron hasta el momento en que mandó una foto y la ubicación del cuerpo. Sólo entonces enviaron policías ministeriales y un perito.

Ella es otra madre que encontró por su cuenta a su hijo desaparecido. Lo encontró a pesar del Estado. En seguida, las autoridades obligan a una familia en luto a pasar por un calvario de trámites. Y luego, el colmo: cuando le entregan los restos de Eladio a Natalia –su hermana–, los colocan en dos bolsas de basura.

Estamos a 36 grados. Huele feo. Ni siquiera sellaron las bolsas.

No es la primera vez que me entero de una denuncia así. Restos entregados de forma tan cruel. Pero al ver la foto, algo se mueve en mí, se colapsa. Tengo la sensación de tocar fondo. Tocamos fondo.

En otro Semefo, en otro estado, se encuentran los restos de José Antonio Tejeda Serna, sacado de su casa y desaparecido a finales de 2019. Es encontrado dos meses después. Los fiscales de Jalisco informan a su madre hasta marzo de 2020.

Todavía tienen su cuerpo, ahí, en el Semefo del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses. Pues no me dan información de nada o me dicen que lo de genética no está y que regrese en 15 días, pero así se nos fue ya un año, comentó Margarita, madre de José Antonio, al periodista Darwin Franco.

Hasta hoy, sigue esperando que le entreguen los restos de su hijo.

Eladio y José Antonio son dos de las más de 80 mil personas denunciadas como desaparecidas desde el sexenio de Calderón. El actual gobierno del presidente López Obrador obtuvo votaciones masivas en las elecciones de 2018, en parte con base en su promesa de acabar con la guerra y dar un trato digno a las víctimas. Pero a Eladio Aguirre Chable no le llegó la paz, ni a José Antonio Tejeda Serna. A sus familiares no les ha llegado el trato digno. Siguen batallando con burocracias que organizan la impunidad, que siguen revictimizando. Ni a ellos, ni a miles más les ha tocado paz. Ni mucho menos dignidad.

Desde que salieron las noticias sobre el trato del cuerpo de Eladio, otras familias de personas desaparecidas han contactado al colectivo Madres en Búsqueda, de Coatzacoalcos. La gente se ha acercado con más anomalías de parte de los fiscales, y también de parte del mismo fiscal de Las Choapas, Lenin Juárez Jiménez, comentó Lenit Enríquez, del colectivo, en una llamada telefónica.

A 10 años del inicio del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, liderado por Javier Sicilia, no queda duda de que hoy son ellas, las mujeres, madres, hermanas e hijas, quienes están lidiando las más potentes luchas por la justicia y la transformación en México.

Hoy son más de 120 colectivos de búsqueda en el país, la mayoría bajo el liderazgo de madres de personas desaparecidas. Y en ciudades grandes y pueblos pequeños a lo largo de México, las feministas están en las calles, repudiando la violencia estatal y machista.

Son ellas las que nos están enseñando el tamaño del daño hecho a las familias de este país por la guerra, el nivel de degradación y crueldad en las instancias oficiales. Son ellas las que se organizan para buscar y encontrar a las y los desaparecidos. Son ellas las que investigan las leyes, que proponen nuevas, son las que empujan su cumplimiento.

Ellas están de pie, por los suyos y por todos, por una sociedad mejor. Y aun así, después de identificar a su familiar desaparecido, los funcionarios públicos les niegan el derecho a llorar a su familiar.

Cuando vi la foto de la señora Natalia, sentada al lado de las bolsas con los restos de su hermano, sentí tocar fondo.

También surgió otra sensación en mí, relacionada con el deseo profundo de imaginar otro futuro, de acabar con todas las violencias. Una sensación que sin ellos, sin el Ejército, sin los policías, la Marina, la Guardia Nacional, estaríamos mejor. Sin sus procuradores, sin sus fiscales. Sin sus violencias, sus impunidades, su simulación constante.

Quizá parece fantasía, eso que llaman la abolición de la policía, de las fuerzas armadas, de las instituciones que las sostienen ante la ley. Hoy parece un horizonte utópico. Pero en este contexto tan violento e inhumano, seguir en lo mismo parece algo peor.

* Periodista canadiense y autora de Capitalismo antidrogas y Guerra neoliberal: desaparición y búsqueda en el norte de México