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Murió Javier Molina, para quien la poesía es la emoción que sí se puede decir con palabras

El poeta y reportero fundador de La Jornada falleció en San Cristóbal de las Casas a los 78 años // Se convirtió en icono de la ciudad chiapaneca // Vivió el movimiento estudiantil del 68 y la insurgencia zapatista en 1994

Corresponsal y Reporteros
Periódico La Jornada
Lunes 29 de marzo de 2021, p. 5

El poeta y periodista Javier Molina, fundador de La Jornada, falleció la madrugada de este domingo a los 78 años, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.

De acuerdo con amigos cercanos, Molina murió a las 4:30 horas, en su casa, en el barrio de La Merced de la ciudad chiapaneca, donde vivió desde su nacimiento, el 8 de noviembre de 1942. En las semanas recientes tuvo problemas de salud, pues se le inflamó el pie izquierdo y tenía dolor, lo que le impedía caminar, aunado a complicaciones en el hígado.

Reconocido por su singular personalidad y sentido del humor, Javier perteneció a una generación de periodistas que reporteaba con libreta en mano, escribía y resolvía la nota en muy poco tiempo, en máquinas de escribir mecánicas.

Consideraba que la poesía ofrecía la posibilidad de transmitir, mediante una voz personal, lo que a uno le llama la atención, emociona o indigna. La poesía, llegó a decir, es la emoción que sí se puede decir con palabras, con palabras cargadas de sentido.

Molina, en su juventud, fue ávido lector de autores como José Agustín, Alejandro Aura, Elsa Cross, José Revueltas y Jean Paul Sartre, filósofo francés de quien haría su tesis profesional en la carrera de sociología.

Javier Molina estudió sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, desde donde vivió el movimiento estudiantil de 1968. Fue representante ante el Consejo Nacional de Huelga.

Entonces compartió el activismo con José Vicente Anaya y Jaime Goded, en la Brigada Marilyn Monroe, que conjuntaba lo lúdico, la poesía y la alegría con la concientización política.

En una entrevista publicada en enero de 1988, en la revista Nexos, Molina comenta: “Algunos amigos míos de esa época dicen que yo era un ser que podía estar toda una tarde callado, pues el peso de la represión me dejó en un estado de casi mudez, mientras todo mundo hablaba.

“Lo que me salvó fue la escritura, y de ahí salió mi primer libro de poesía: Bajo la lluvia. Al segundo libro, como extremista, me permití el lujo, un tanto irónico, de ponerle el título de Para hacer plática; pasé del mutismo total a ser un hablantín.”

Javier Molina era reconocido por las nuevas generaciones como un icono en San Cristóbal de las Casas. Era común escuchar en las calles de la población, al verlo pasar, miren, ahí va el poeta o en este café es donde viene a escribir todas las tardes el poeta Javier Molina.

Luchó con la pluma

El cronista de la ciudad, Luis Urbina Zepeda, dijo en entrevista que su muerte es una pérdida lamentable para San Cristóbal.

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▲ Será recordado por sus amigos y colegas por su personalidad y sentido del humor; perteneció a una generación de periodistas que reporteaba con libreta en mano, que resolvía la nota en poco tiempo, en máquinas de escribir mecánicas.Foto Fabrizio León Diez

Señaló que a partir de 1993, cuando regresó a San Cristóbal, nos vino a enseñar mucho. Fue un luchador social con la pluma y de un calibre excepcional, porque la humildad y la sencillez que tenía eran algo intrínseco a su persona.

Su vida igual estaría marcada con que a su regreso a San Cristóbal de las Casas vivió el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en ese municipio, el primero de enero de 1994.

Como reportero cultural para los diarios Unomásuno y La Jornada, era notable la capacidad de concisión de Javier Molina, su profesionalismo y la forma artesanal de escribir sus notas de dos cuartillas que eran, a decir de sus compañeros, monumentales.

Sostenía que en el periodismo, con el paso del tiempo, todos vamos cuidando la forma y el estilo en que nos expresamos. En la poesía esto ocurre también, sólo que de manera más depurada. Afortunadamente para la poesía, ésta no es un género que requiera de horario o de una cuota de cuartillas diarias.

En su trabajo poético, de casi 50 años, expresó que había llegado a un ritmo claro. Esa es mi ganancia en el oficio: la voz propia y las imágenes personales manifestadas en un ritmo que me he fabricado.

Amigos y compañeros de trabajo que convivieron con el poeta tienen en la memoria diversas anécdotas. Una que quedó grabada en cine para la posteridad, es la participación de Javier Molina en la película Cómo ves (1985), del cineasta Paul Leduc.

Merry MacMasters, periodista de la sección de Cultura de La Jornada, recuerda que Molina era una muestra del reportero que cumple a pesar de todo. En una ocasión fue enviado a cubrir un congreso del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios en Zacatecas, pero llegó tarde al aeropuerto y perdió el vuelo.

Ni tardo ni perezoso se dirigió a la terminal de camiones, compró un boleto y emprendió el viaje. Por fortuna suya, la inauguración fue en la noche. De repente, Javier apareció en el lugar indicado, con cara de pena; sin embargo, no se había perdido de nada.

Molina recibió un homenaje en San Cristóbal de las Casas en 2011. Ahí expresó que para el creador, la poesía es lo que podría expresar la música, lo que con otras palabras no se podría decir; es transmitir emoción, sentimiento y una voz personal que sólo es de uno, se comparte, pero es la forma propia de decir lo que a uno le llama la atención, emociona o lo indigna. También publicó en las revistas Cultura Sur y Punto de Partida.