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Derecho de pernada
F

rancia es, sin duda, un país de escritores. La cosa escrita, los libros, representan lo que los franceses consideran con el mayor respeto, más allá incluso de la admiración que puedan mostrar a las otras creaciones artísticas como la pintura o la música. Durante siglos, todos los poderes, desde los reyes hasta los presidentes, no cesan de tomar en cuenta, con la más extrema vigilancia, la lectura de los textos escritos. Se sabe, por ejemplo, la importancia del papel desempeñado por los libros de Voltaire, Rousseau, Montesquieu y otros autores del Siglo de las Luces en el acontecimiento histórico de la revolución de 1789. En la misma forma, no puede ignorarse que el resplandor del Rey Sol, Luis XIV, debe mucho a las obras de los escritores Corneille, Racine, Molière, La Fontaine, quienes sumaron el brillo de su espíritu a la gloria del fundador del castillo de Versalles.

En la actualidad, otra vez, un libro prende el fuego en París, en Francia, en los círculos del poder, en la opinión pública de la capital y los rincones más retirados de la provincia. Se trata de La familia grande (con título en español), obra escrita por Camille Kouchner, recién salida en librerías, cuenta ya con récords de venta. ¡Ah!, cierto, no se trata de Voltaire ni de Víctor Hugo; tampoco de literatura. La autora no es una escritora. Firma, sin embargo, como tantos otros en nuestros días, un libro que da mucho qué hablar, no por su calidad literaria, sino por el asunto que expone. Puede señalarse que los temas son graves. Incesto y violación. Ni más ni menos. En suma, el escándalo de los escándalos. La verdad, no son tanto el incesto y la violación los que provocan indignación pública, pues debe reconocerse que, por desgracia, estos crímenes no son novedosos y acompañan la historia de la especie humana desde siglos remotos. No, el verdadero escándalo proviene de la identidad del criminal, revelado sin máscaras por la autora de la obra. Es imposible no reconocerlo, pues se trata del padrastro de la narradora, marido de su madre, un famoso personaje del tout-Paris, especialista y profesor de derecho constitucional, autoridad intelectual respetada, invitado a menudo por los medios de radio o televisión, en fin, una de las figuras más célebres de la intelligentzia de izquierda y rey de pensadores de Saint-Germain-de-Près (barrio esnob de escritores y artistas frecuentado por Sartre, Beauvoir, Greco y otros). Tal es el meollo del escándalo: una autoridad intelectual y moral acusada de incesto, violación y pedofilia. Los franceses no olvidan a Tartufo, inmortal personaje de Molière siempre actual.

Camille, la autora, es la hija del ex ministro Bernard Kouchner y de Evelyne Pisier, responsable de la Dirección del Libro en la época de Jack Lang, ministro de la Cultura. Grande es la historia de una familia y de un medio particularmente favorecido por el poder de izquierda. Los franceses llaman a estos privilegiados gauche caviar (izquierda caviar), pues los ciudadanos modestos están hartos de las lecciones de moral que no cesa de dar esta élite tan pagada de sí, mientras se autoriza vicios y libertinajes en nombre de su propia libertad. Camille es la gemela de un hombre apo-dado Víctor en el libro. A los 14 años el adolescente fue víctima de abusos sexuales por parte de su padrastro Olivier Duhamel, nuevo marido de su madre.

El poder linda, sin duda a menudo, con el abuso de poder, abuso que puede llevar al crimen. Los innumerables ejemplos de violación, incesto, pedofilia, son siempre efecto del abuso de poder. Vienen aquí las palabras de Fígaro, personaje de Beaumarchais, cuando se rebela contra el derecho de pernada que el conde Almaviva pretende ejercer sobre su amada: Nobleza, fortuna, rango, puestos, ¡todo eso vuelve tan arrogante! ¿Y qué habéis hecho para poseer tanto bien? Vos habéis dado la pena de nacer, y de nada más.

Cabe preguntarse, sin ironía, si existe el poder sin su abuso.