Opinión
Ver día anteriorDomingo 20 de diciembre de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
¿La fiesta en paz?

Doctor Marco Antonio Ramírez Villalón, presencia permanente

H

ay individuos que no pueden morir del todo. Su paso por esta vida resulta tan fructífero y el efecto de sus logros tan multiplicador, que inevitablemente su partida física apenas reafirma el tamaño de su aportación y la importancia de su legado. Tal es el caso del médico, cardiólogo, hombre de empresa, coleccionista, amante del arte, promotor cultural, filántropo, escritor y bibliófilo taurino Marco Antonio Ramírez Villalón, fallecido en su ciudad natal, Morelia, el pasado jueves 17 de diciembre, luego de 77 años de apasionada, productiva y generosa existencia.

De arraigado taurinismo en su familia, Marco Antonio fue sobrino del prestigiado ganadero Mariano Ramírez, y a la muerte de éste se hizo cargo de la ganadería algunos años y en cuya pequeña biblioteca empieza a abrevar una cultura taurina de amplio espectro, es decir, más allá de plazas y faenas, al tiempo que el coleccionista en cierne se deslumbra con unos cuadros de Pancho Flores propiedad de don Mariano. Sería el comienzo de su apasionado gusto por los libros y la pintura relacionados con los toros.

Tanto fue creciendo la afición del doctor Ramírez por el coleccionismo, que en 2008 construye, entre otras obras, el suntuoso Centro Cultural Tres Marías en la capital michoacana, cuyo auditorio lleva el nombre de su padre, licenciado Enrique Ramírez Miguel, el museo el de su tío Mariano, y la biblioteca el de Salvador García Bolio, quien, sereno, comentó ayer a La Jornada:

“En septiembre de 1985 el doctor organizó en Morelia una semana cultural taurina, a la que invitó a la agrupación Bibliófilos Taurinos de México, de la que yo era presidente y tendría unos mil libros de toros. El doctor me mostró los suyos y me informó lo caro que se los vendían. A las pocas semanas, con la sencillez y claridad que lo caracterizaban, me pidió que lo ayudara a formar y organizar su biblioteca taurina con una advertencia: ‘No quiero comprar una biblioteca por metro, como le hacen muchos’.

“Presenté un proyecto –añade García Bolio– que incluía meter todos sus libros en una base de datos con todas las especificaciones. Fueron casi 35 años de revisar a conciencia cada ejemplar hasta febrero de este año, lapso en el que se convirtió en un bibliófilo conocedor de prestigio internacional que logró integrar, esto no le gustaba decirlo, la biblioteca taurina más grande y mejor ordenada del mundo, con cerca de 20 mil volúmenes.

“Rescatamos infinidad de bibliotecas en países como España, Venezuela, Estados Unidos y México. Deliberadamente, evitó ponerle taurino al Centro Cultural Tres Marías para que la gente, decía, pueda constatar la inmensa riqueza cultural que genera el fenómeno de los toros. Tampoco le gustaba reconocer que el museo, con mil 400 piezas en exhibición, es el mejor museo taurino del orbe, con estatus de primer nivel, dada la cantidad y calidad de su acervo.

“No contento con coleccionar libros y piezas artísticas –prosigue García Bolio– Marco Antonio tuvo arrestos para levantar, en 1988, el Palacio del Arte en Morelia, primera plaza techada en el planeta, con material traslúcido que permite una iluminación natural, acojinadas butacas en barrera, sin vendedores ambulantes en el tendido, sanitarios de mármol e higiene en todos los rincones. Varias plazas en España imitaron ese concepto de cómodo centro de espectáculos multiusos.

“Fuimos amigos y colaboradores recíprocos con una sinergia fructífera. Cuando puso mi nombre a su biblioteca me dijo: ‘No es por amistad, sino por el esfuerzo y conocimientos que has dedicado para su integración’. Es de desearse que este invaluable legado se conserve, conozca y difunda más y mejor cada día”, concluyó Salvador satisfecho y conmovido.