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Soberón y la amnesia selectiva
H

ace pocos días murió Guillermo Soberón Acevedo y este reciente viernes le hicieron un homenaje en Palacio Nacional, durante el Día del Médico. Nada me impide retobar por este hecho, a sabiendas del significado de la palabra.

Este hombre tomó posesión como rector en 1973 a escondidas, en un estacionamiento de Ciudad Universitaria de la UNAM, para sustituir al sociólogo Pablo González Casanova, a quien el gobierno de Luis Echeverría Álvarez impuso todo tipo de trabas para dirigir nuestra casa de estudios y cuyos aportes y conducción no supimos valorar las izquierdas de entonces. No es tiempo de reformismos, decía uno de los dirigentes; pero no conseguimos alcanzar nuestras revolucionarias metas, a pesar de que dimos muchas luchas emblemáticas que costaron prisiones y aun vidas, mientras la UNAM quedaba en manos de los de siempre.

Soberón Acevedo propició un giro a las reformas de González Casanova y dio inicio a la dispersión universitaria y a la entrega de la universidad al proceso económico y político que hoy conocemos como neoliberalismo. Hace algunas semanas, el doctor Hugo López-Gatell calificó el comportamiento de Soberón, ante la cancelación de la ampliación de la matrícula en la Facultad de Medicina, como el inicio del neoliberalismo en la medicina mexicana y coincido con él. A quienes fuimos consejeros universitarios durante parte de su gestión nos consta que en una sesión del Consejo Universitario manifestó con mucha firmeza que no se ampliaría dicha matrícula porque el mercado no demandaba más doctores. Cuando le argumentamos que por qué no contrastaba elnúmero de médicos existentes contra las metas de la OMS, con las que se demostraba que estábamos por los suelos en la materia, nos respondió sin empacho que hay que ser realistas; el mercado no tiene cabida para más médicos.

¿Defensor de la autonomía universitaria? Claro que no. Este hecho lo demuestra por sí mismo, porque no pensó en vincular la UNAM con las necesidades de la población, sino que la puso a disposición de un mercado que cobraba cada vez más poder frente a la necesaria acción estatal en favor de las mayorías nacionales. Pero además pidió y obtuvo dos veces la entrada de la policía a las instalaciones de la UNAM para reprimir a los universitarios que protestábamos: en 1977, cuando estábamos en huelga, la policía entró violentamente a las instalaciones y llevó a la cárcel a cientos de compañeros, algunos de los cuales, por cierto, años después se pasaron al bando de su otrora contrincante. El rector Soberón invitó formalmente a Luis Echeverría a Ciudad Universitaria para inaugurar los cursos de 1975 y luego permitió también la represión contra quienes participaron en la protesta que se desató, incluyendo un humillante sometimiento a las fuerzas policiacas tras secuestrar éstas a un consejero universitario al confundirlo con el presunto responsable de arrojar una piedra al Presidente, a quien el rector exilió luego a Inglaterra.

Recuerdo que amenazó con girar ór-denes de aprehensión nada menos que contra la asamblea de Economía que loseñaló como protector de porros, y en particular al compañero que firmó como responsable de un desplegado que surgió de aquel encuentro, y propició también expulsiones de estudiantes y profesores contrarios a sus decisiones. ¿Eso es defender la universalidad de pensamineto y la autonomía universitaria frente al abuso del poder estatal? ¿Y cómo debemos interpretar la propuesta de arrinconar a los trabajadores universitarios en un apartado C del artículo 123 de la Constitución?

Sin duda, Guillermo Soberón Acevedo fue siempre fiel a esos principios. Hasta poco antes de morir querellaba contra las transformaciones que el actual gobierno lleva a cabo, participando en reu-niones y firmando desplegados contra las disposiciones en materia de salud. El día de su relección, el 3 de enero de 1977, simuló el quorum de la sesión del Consejo Universitario para evitar la protesta que se estaba organizando en contra de tal hecho y de nuevo tomó posesión a escondidas.

¿Gran científico? Ya me explicarán. No entraré a debatir lo que hicieron sus sucesores en materia de alteración de documentos para justificar resultados en el Instituto de Biotecnología, ni tampoco sobre sus trabajos en favor del legitimar los aspectos más cuestionables de los transgénicos. Se dice que es de mal gusto criticar a los muertos, especialmente si son recientes. Pero más muertos ha habido por las políticas que Soberón impulsó y que llevaron al abandono de la salud pública en beneficio del enriquecimiento desmedido de unos cuantos y al desprecio, enhebrado de racismo, hacia la gente más jodida.

Me parece muy bien que sus amigos, deudos y beneficiarios le rindan homenaje. Pero no traten de engañarnos con panegíricos tan falseados. Algunos preferimos evitar la amnesia selectiva porque tenemos otra historia en nuestras alforjas.

* Director de La Jornada Oriente