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Nosotros ya no somos los mismos

Los boletos de la rifa del avión // Pausa sobre la estafa maestra y el asunto de Rosario Robles

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▲ El 12 de agosto de 2019, Rosario Robles acudió a la audiencia en la cual le dictaron vinculación a proceso por la llamada estafa maestra.Foto Pablo Ramos
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ara no cansar a la multitud ni provocar que la insistencia en un asunto serio y trascendente se trivialice, decidí abrir un paréntesis en la información y comentarios sobre la descomunal rapiña al erario público conocida como la estafa maestra. Nos dará tiempo y sensatez para evaluar no sólo los graves acontecimientos y sus consecuencias, sino, fundamentalmente, la descomposición social que la hizo posible.

Reflexionemos cómo fue posible que con la participación de algunos cómplices cobardes–así los calificó la comandanta en jefe– hombres y mujeres que durante años recibieron de su país el privilegio de la educación, gobernaron y demolieron al país, se hayan consagrado, con dedicación, perversidad y esmero a la realización de actos tan desmesuradamente delictivos, sin moral, éticamente vergonzantes y plenos de infamia, de odio enfermizo hacia nuestro país y a una de sus instituciones más nobles, generosas y justicieras: la educación pública.

Por ahora, sólo quiero compartir una opinión femenina que me pareció, dentro de todo, un rasgo festivo al que los mexicanos somos tan adictos en medio incluso de las peores tragedias. Me escribe Elisa X (¿será familiar de los Claudios X? No lo creo, por el sentido de su opinión): “¡Ah qué Rosario!, tan cínica y ahora quiere ocultar su criminal actuación con un feminismo que no ejerció ni en la vida pública ni menos en la personal. Sólo al genial dramaturgo Emilio Carballido se le ocurrió reunir en la oficina en su genial obra Rosa de dos aromas, a la esposa legal y a la amante de Marco Antonio, Carlos Gardel Ahumada”.

Con plena conciencia de que cometía un verdadero harakiri, me armé de valor y lo hice: de aquí al fin del presente año, la ginebra deliciosa y más o menos económica que constituye la base de mis martinis tendrá que ser sometida a un régimen de racionamiento riguroso y mis invitados a una sucia maniobra de suplantación y trasvase de una botella de noble registro a otra de Oso Negro. El presupuesto personal de mis egresos (PPE) sufrió un brutal cambio de rubro y adquirí unos boletos para la rifa del ignominioso aeroplano adquirido por Felipe de Jesús y obsequiado a Enrique Peña, aunque la cuantiosa comisión que una adquisi-ción de esta naturaleza implica, jamás será siquiera concebida.

Los recipiendarios de esos boletos fueron mis dos hijas y sus parejas, la madre de la hija dos y los hijos de la primera. También, como miembros que son de esta casa desde hace casi 20 años, el matrimonio formado por don Juan de Aquino Medina y doña Norma Hernández Gómez, así como su hija a quien todo el mundo conocemos como la Wishi, aunque nadie sepa por qué. Ella llegó a esta casa apenas aprendiendo a caminar y ahora está a punto de recibirse como agrónoma en la UAM Xochimilco.

Cuando esta familia parte para su pueblo en el estado de Veracruz, yo prefiero vivir en algún hotelito, aunque sea de paso (¿qué no todos lo son?) Y es que, tan pronto Juan se aleja, todo se descompone: los focos se funden, la regadera no se cierra, las hornillas se tapan, a mis lentes se les caen los cristales. La casa, en síntesis, se desploma. Un día que tenía una reunión, a Juan, el bartender que para ese entonces ya sabía elaborar y servir las bebidas más diversas, preparaba botanas y atendía el asador, yo había terminado por confiarle esta responsabilidad esencial, convencido de que no hay sino dos tipos de parrilleros: el que socializa y se sienta con sus invitados, y el que se quema ya saben qué, pero la carne sale en su punto. Pues Juan servía los tragos, acercaba botanas y cuidaba el asador. El inolvidable Salazar Toledano lo seguía con la mirada. Yo comencé a temer lo peor: Chucho lo está evaluando, le está aplicando el vejatorio test gringo de la teoría de tiempos y movimientos con la que juzgaba a todos sus colaboradores. Me va a querer cambiar a mi mejor asesor por Saldaña, por Azcoytia o por Rábago o por los tres juntos. No llegó a tanto, pero al pasar a la mesa comentó: “¿Ya se fijaron en Juanito? De veras ¡qué falta hacía un hombre en esta casa!”.

Pues a estas personas y a mis vástagos ofrendé mi manda, penitencia, o dicho en el argot popular y muy especial de los escoltas, guaruras y judiciales, me juramenté de aquí al día de la primera posada si no me saqué el avión de la infamia. Bueno, también si me lo saqué: mis martinis recibirán de mi parte un sonoro y contundente: ¡ Vade retro me satana!

El recadito que envié a mis vástagos (si ustedes me lo permiten, lo compartiré el próximo lunes, ya conocido el resultado de esta aventura).

Por ahora, tan sólo un índice de lo que quiero conversar la próxima semana: 1. Luis Prieto no fue un buen hombre, sino un hombre bueno, muy bueno, y militante de bien. 2. Hijo de tigre, tigrito. En mi pueblo todos lo entienden, pero si le agregamos: Y, ¿nieto de tigresa…? ¿Cómo descifrar a Jerónimo Zarco?

Para el próximo lunes. sólo faltan siete días.

Twitter: @ortiztejeda