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Economía moral

AMLO, 21 meses difíciles y decepcionantespara la izquierda

E

ntre los logros de AMLO, a 21 meses de su gobierno, haber evitado grandes corridas internas contra el peso es quizás el mayor, pero ha representado un costo muy alto, porque ha supuesto mantener contentos a los grandes empresarios, nacionales y extranjeros. Quienes votamos por él y más aún, quienes nos afiliamos a Morena porque pensamos que su gobierno iba a ser de izquierda y que Morena era un partido de izquierda, nos sentimos engañados en ambos casos. Si bien es cierto que la política es el arte de lo posible, son muy diferentes los conjuntos de posibilidades, en cualquier situación dada para quien tiene convicciones de izquierda profundamente arraigadas, que para quien más bien es un liberal con buen corazón, austero y está lleno de tabúes relacionados con el dinero, los impuestos, la deuda, la ciencia y la importancia de las capacidades humanas de alto nivel. Cuando asumió AMLO la presidencia, en 2018, se acababan de cumplir 50 años de la matanza de Tlatelolco que puso fin al movimiento estudiantil de 1968 (ME68). Cuando AMLO habla de la 4T como la realidad de su gobierno comete dos inexactitudes: 1) porque tendría que referirse al ideal o al sueño de su gobierno, no a su realidad, y 2) porque olvida que entre 1968 y 2018 hubo una transformación política muy importante en el país, que podría llamarse la verdadera 4T. Las transformaciones democráticas por las cuales luchamos en el ME68, fueron realizándose, con muchos problemas y altibajos, en esos 50 años: en primer lugar, el sistema de partidos políticos y el control de las elecciones cambió radicalmente. Mientras el Partido Comunista nunca fue registrado como partido con derecho a participar en elecciones, Morena lo logró en unos cuantos años. Vivíamos en un Estado donde el partido oficial era prácticamente el único, dirigido desde Palacio Nacional, con elecciones administradas desde la Secretaría de Gobernación, sin división de poderes: el Legislativo y el Judicial eran apéndices del presidente. Desde entonces, la política (muy lejos del ideal democrático) ha cambiado enormemente. Un ejemplo, el Congreso es ahora capaz de rechazar iniciativas legislativas presidenciales, como lo hicimos con el IVA en alimentos y medicinas propuesto por Fox. Jueces y tribunales, incluyendo la Suprema Corte, con cierta frecuencia muestran su independencia del Ejecutivo. Lo que yo identifico como la verdadera 4T (1968-2018) también significó mayor libertad de prensa (otra vez con muchos problemas y represiones), pero ahora son muchos los periodistas (y medios) que informan con apego a una ética periodística. Pero el acceso a la información no sólo ha mejorado por la vía de medios de comunicación impresos, radiofónicos, televisivos y digitales, sino vía la transparencia obligatoria por conducto del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai), por más que en ocasiones sus decisiones han estado más apegadas a designios políticos. Del secreto total de lo que realmente pasaba en el sector público, pasamos a la posibilidad (y parcialmente realidad) de obtener la información que solicitemos del gobierno. Los organismos autónomos (INE, Inai, Inegi, Coneval autónomo, que no acaba de nacer, y otros) que no le gustan a AMLO son pilares (perfectibles) de la nueva realidad creada durante esos 50 años. Gracias, otra vez como ejemplo, al Inegi y la legislación que lo rige, censos y encuestas son de acceso público, incluso bases de datos, con lo que el gobierno dejó de ser el único conocedor de la realidad nacional. La izquierda mexicana luchó por esta verdadera 4T al lado de otras fuerzas progresistas.

Esta 4T, ignorada por AMLO y Morena, ahora está a la defensiva. Lo que tendría que haber emprendido AMLO era una 5T que, apoyándose en dicha 4T, atacara a fondo la injusticia social, el deterioro de la educación y el cambio climático, apoyándose en una profundización radical de las libertades democráticas. La salida de Víctor Toledo, izquierdista coherente y experto idóneo para dirigir la Semarnat, es un doble símbolo negativo: gana la derecha (las corporaciones agroindustriales), por una parte, y la política energética basada en combustibles fósiles, por la otra, y gana la improvisación otra vez: María Luisa Albores conoce de temas agropecuarios y de gestión comunitaria, pero el tema ambiental es muchísimo más que eso. Tampoco era idónea para la Secretaría del Bienestar porque no tenía experiencia previa en política social. Viene a cuento aquí el desprecio de AMLO a los académicos e intelectuales, y quizás a los conocimientos y la ciencia en general, que se refleja en la ausencia en la 4T de AMLO de un impulso a fondo de la educación y en su frase: elijo a mis colaboradores 90 por ciento por honestidad y 10 por ciento por capacidad. Aunque dijo mil veces que ningún joven se iba a quedar fuera de la educación, siguen los exámenes de admisión para preparatoria y estudios superiores con porcentajes altísimos de rechazo. Dos datos para ilustrar que el deterioro no es sólo de la calidad de la educación, sino también de la cobertura cuantitativa: México es el peor país de la OCDE en cuanto a jóvenes de 15 a 24 años que completaron el bachillerato, con 50 por ciento, contra 98 por ciento en Corea del Sur; en la prueba PISA en matemáticas, lectura y ciencia, México está (junto con Brasil y Colombia) en los tres últimos lugares; Corea del Sur, entre los tres mejores. Salvo el programa de las mal llamadas universidades Benito Juárez y las becas escolares, el presupuesto para educación media superior y superior no ha aumentado. Las becas en preparatoria son para los ya admitidos, pero eso no expande la cobertura.

El tabú contra cobrar más impuestos, metido en el alma de AMLO, más su prioridad a los megaproyectos (de beneficio muy dudoso) explican la relativa parálisis en educación y salud que tendrían que ser altas prioridades en la 5T, junto con la transformación energética. En vez de rescatar refinerías y construir una nueva, AMLO debió haber creado Solmex y Eolomex para rescatar el papel central del Estado en los sectores estratégicos de la economía, lo que es vital para una 5T, pero con energías limpias y no atizando el fuego del cambio climático. Un presidente debe responder por el bienestar de la población no sólo de hoy, sino también del futuro. Hay un extraño consenso que sostiene que, si algo está haciendo de verdad bien AMLO son sus programas sociales de entrega de efectivo para adultos mayores, discapacitados, estudiantes, ninis y campesinos. En este aspecto no he podido ahondar porque la información es casi nula (y no comprobable), pero puedo afirmar que (salvo adultos mayores y algunas becas) privó el diseño incompleto e improvisado, realizado por personas sin experiencia en estos campos (que parecen fáciles para quien no conoce las experiencias de muchos programas sociales malogrados en diversos países). Las coberturas anunciadas por AMLO y sus operadores no son comprobables y pueden ser, como las mediciones de López-Gatell, narrativas construidas para el autoelogio.

www.julioboltvinik.org