Opinión
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México SA

Economía cianótica // Daño estructural

A

unque con cierta regularidad no dan una y se contradicen entre sí, los videntes financieros siguen con sus cábalas y ven un futuro incierto para la economía mexicana, sin reconocer que desde hace 40 años ésta se mantiene en la lona, con un crecimiento raquítico, ultraconcentrado y con beneficios sólo para los estratos sociales de hasta arriba.

El problema del crecimiento económico del país es estructural, producto de cuatro décadas neoliberales que convirtieron a México en un paraíso para un grupúsculo y en un verdadero infierno para el resto de la población. Hasta ahora, al menos de forma notoria, las reglas del juego no han cambiado, salvo el enfoque social que el gobierno actual intenta profundizar, aunque en una tendencia que ayuda pero no resuelve la profunda desigualdad existente.

En vía de mientras, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico, de cuyo análisis se toman los siguientes pasajes, advierte que la economía mexicana enfrenta un reto que solamente podrá superarse a través de la construcción de una agenda nacional mínima que impulse la implementación de un programa de reconstrucción nacional integral, en donde la columna vertebral debe ser un programa nacional de infraestructura que alinee la inversión pública con la privada, con el contenido nacional como eje rector.

El país está inmerso en un vórtice formado por múltiples factores que no son coyunturales, algunos de los cuales son exógenos y de dimensión histórica, hecho que implica la necesidad de fortalecer las capacidades internas del país. De otra forma se profundizará la dependencia. Para lograrlo se requiere de la colaboración y el esfuerzo conjunto de toda la sociedad. Los esfuerzos aislados enfrentarán tanto el dique de una caída histórica de la economía nacional como la reconfiguración global que está ocurriendo y que tiene sus ejes en China, Estados Unidos, la fractura de la Unión Europea, Rusia e India.

La competencia por la inversión, el desarrollo social y el empleo se encuentran inmersos en la transformación global que no se detendrá con la cura de la enfermedad.Por ello, México debe considerar que la evolución de cada uno de ellos, y cómo influyen sobre el país, fue exacerbada y acelerada por el Covid-19. El avance del problema de salud pública llevó al extremo a varios desequilibrios prexistentes. La mayor parte de ellos prevalecerá una vez que se encuentre la vacuna y/o el tratamiento contra el Covid-19: lo que se debe considerar es que para ese momento ya habrán provocado modificaciones en el sistema productivo, el empleo y la inversión que se genera y llega a México.

Si bien es correcto argumentar que el grueso de los países vive una situación económica similar, se deben considerar dos acotaciones: algunos ya registran una etapa de crecimiento que acumula por lo menos tres meses (China o Vietnam) o lograron evitar una afectación mayúscula a su economía (Corea del Sur).Otro grupo, la mayoría, ha implementado ambiciosos programas de rescate para evitar la erosión de su sistema productivo y, con ello, tratar de minimizar los efectos estructurales negativos que son implícitos a toda recesión: salida de inversión y generación de desempleo estructural.

Toda recesión destruye acervos (por ejemplo, la quiebra de empresas, la reducción del capital humano y físico, y la capacidad para realizar innovación tecnológica). Esas naciones buscan evitar que ello reduzca su capacidad de recuperación. Hay un común denominador en ambas estrategias: la búsqueda de atenuar el daño al tejido social a través del mantenimiento de las fuentes de empleo y de la inversión. Conocen que la competencia por la inversión se elevará tras la pandemia, al tiempo que habrá menor cantidad de riqueza disponible. Bajo este contexto, México no debe asumir en automático que la inversión extranjera directa será el mecanismo catalizador para recuperar lo perdido.

Las rebanadas del pastel

Si Donald Trump es el único salvador (él mismo dixit), entonces ¡qué jodida está la humanidad”!