Opinión
Ver día anteriorSábado 22 de agosto de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
80 años de aquel acuerdo salvador
L

a derrota en España, a principios de 1939, del gobierno republicano, legítimamente constituido, dio lugar a que casi medio millón de personas cruzaran la frontera francesa a efecto de salvar sus vidas. La recepción gala, como se sabe, no fue precisamente cordial, aunque cabe reconocer que no esperaban a tanta gente.

También es cierto que no eran pocos los franceses que simpatizaban con los fascistas españoles. “ Nous somme de la part de Franco”, les espetaban a menudo a los peninsulares aquellos.

Sin embargo, al estar en Francia no corría peligro su vida.

Sabemos bien que el gobierno de México aportó su inconmensurable ayuda desde el mero principio, pero el volumen de los desdichados era enorme. Varios barcos vinieron a México repletos de refugiados, y otros, que tenían algunos recursos, lo hicieron también por su cuenta.

Algunos más, por circunstancias especiales, lograron acomodarse y muchos otros se animaron a regresar… ¡así les fue! De cualquier manera, el cálculo de los refugiados que permanecían en Francia cuando fue invadida por los alemanes, a mediados de 1940, superaba los 150 mil.

Para ellos sí se puso en verdad grave la situación: la policía franquista pudo perseguirlos sin cortapisas y los nazis empezaron a llevárselos en batallones de trabajo forzado que tenían ribetes de cadalso.

Lo cierto es que no tenían para dónde hacerse cuando, siguiendo las instrucciones de su jefe, el embajador de México Luis I. Rodríguez consiguió del presidente Philippe Petain, de la llamada Francia de Vichy, el compromiso de firmar un documento que dejara bajo la protección de la bandera mexicana a todos los españoles, libaneses, judíos y hasta alemanes e italianos que habían huido de sus respectivos países y que se los considerara en el tránsito hacia México.

Un mes y medio duraron las negociaciones hasta que, precisamente el 22 de agosto de 1940, fue firmado el acuerdo que, a la postre, sirvió de instrumento para salvar de una muerte casi segura o, en su defecto, de un verdadero calvario en los dichos campos o en las cárceles españolas, a unas 150 mil personas.

¡No es poca cosa! Sin embargo, no fue miel sobre hojuelas. Muchas autoridades francesas se declaraban ignorantes de dicho convenio, por lo que las máquinas de escribir de los consulados mexicanos tuvieron que trabajar día y noche haciendo copias y más copias.

Luego se procedió a elaborar documentos personalizados que dejaban constancia de algo que sigue sonando bonito: que el interesado estaba bajo la protección de México. Se calcula que se expidieron unos 80 mil certificados que se hicieron uno por uno, trabajando sin parar.

Vale señalar que, tanto el gobierno alemán como el italiano avalaron el mencionado acuerdo. Seguramente no por bondad ni por miedo a nuestros cañones; es más probable que haya sido por amor a nuestro petróleo, que tenía muy poco de haber sido venturosamente nacionalizado.

Por una parte, se acabaron los envíos nutridos a Alemania e incluso muchos refugiados que ya estaban allá regresaron. Obviamente les pararon los tacos, en términos generales, aunque vale reconocer que el éxito no fue total. En suma, pocos casos hay en la historia de la humanidad de un rescate de tal magnitud y calidad, del que la España actual, con tantas reminiscencias fascistoides, ya no da muestras de acordarse.

En homenaje a la memoria de aquel gran Presidente mexicano.