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¿La fiesta en paz?

¿Por qué el monopolio taurino intenta boicotear proyectos imaginativos de otros?

B

oicotear es impedir o entorpecer el ejercicio normal de una actividad comercial, profesional o social, generalmente como medida de presión para conseguir u obligar a algo. Si bien aficionados y públicos no suelen pronunciarse con oportunidad con respecto a la oferta de espectáculo que ofrecen los dueños del negocio taurino, la sobrevalorada era del consumidor, que otorga a éste un poder de decisión exagerado, en el caso de la fiesta de los toros se ha traducido en una creciente ausencia de asistentes a las plazas, en un rechazo implícito a las antojadizas y ventajosas combinaciones de figurines y reses bobas o de toreros marginados y toros exigentes.

La fiesta de toros es de emociones, no de diversiones, principio inalterable que en México los financiadores del espectáculo hace décadas se niegan a aceptar. Y como sus utilidades no provienen de la asistencia de la gente a las plazas, los tiene sin cuidado respetar ese principio. Entonces, los jilgueritos del sistema, mentirosos pero diligentes, se apresuran a responsabilizar de esta situación a los antitaurinos, convirtiéndolos en culpables de la ausencia de pasión en los ruedos. Pobre fiesta, pero con esta lógica cínica de que los culpables son los otros, no llegará lejos.

Así, los representantes de las asociaciones de ganaderos, matadores, subalternos, empresarios y, de pilón, la complaciente defensora de este ineficaz taurineo denominada Tauromaquia Mexicana, acatando indicaciones del monopolio, es decir, de Espectáculos Taurinos de México, SA (ETMSA), la División Taurina de Grupo Bal, de Alberto Baillères, propietaria de las principales plazas del país y concesionaria de la Plaza México hasta principios del año próximo, emitieron la semana pasada dos comunicados que revelan quiénes están a favor de la fiesta y quiénes únicamente pretenden controlarla, así sea con reiterada torpeza.

En un farragoso primer comunicado del 2 de agosto, el monopolio y sus aliados advertían a los organizadores de un festival anunciado para el 8 de agosto en la ganadería tlaxcalteca de De Haro, debidamente autorizado y con las medidas sanitarias conducentes, su decisión de: (i) no participar en eventos hasta que las autoridades lo permitan y (ii) no participar en festejos taurinos sin público a puerta cerrada, transmitidos por algún medio de comunicación.

Intentaron pasar por encima del gobierno del estado de Tlaxcala y de las autoridades sanitarias, que en uso de sus facultades habían otorgado los permisos correspondientes para un interesante concurso de ganaderías –Piedras Negras, Coaxamalucan, De Haro y Felipe González, con los matadores Jerónimo y Arturo Macías–, pero al comprobar que ni la autoridad ni el Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino ni los participantes del festejo doblaban las manos, no tuvieron más remedio que respetar las decisiones de éstos y en un segundo boletín del 5 de agosto rectificar: Los eventos taurinos que se realicen en un marco privado, como pueden ser las ganaderías o los cortijos, los anfitriones y toreros actuantes, están en todo su derecho de hacerlo, sólo recomendamos cumplir con las medidas sanitarias de la autoridad...

Ahora, ¿qué pretenden el monopolio taurino y sus aliados con estos intentos de prohibición? ¿Sabotear toda iniciativa que no surja de sus oficinas? ¿Demostrar que la fiesta de México les pertenece, aunque la estorben y degraden? ¿Provocar más desuniones y desbandadas? ¿Ejercer represalias contra los insumisos? Pronto lo sabremos. Lo bueno es que algunos ya se atrevieron.