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Desde otras ciudades

Los jóvenes franceses no necesitan ir muy lejos para disfrutar de un buen rave

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▲ Cansados del encierro forzado, los jóvenes franceses aprovechan las altas temperaturas del verano para asistir a las fiestas improvisadas con música electrónica.Foto Afp
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l cierre de las discotecas en París por el coronavirus y cierta permisividad de las autoridades han traído de vuelta las free party, fiestas clandestinas de música electrónica que desde la década de los 90 del siglo pasado desaparecieron en la capital francesa.

El epicentro del fenómeno es el Bosque de Vincennes, un parque al este de esta ciudad, fácilmente accesible en Metro.

Hay que caminar más de 15 minutos y seguir el rastro “bum bum“ de la música electrónica, antes de llegar a una de las 10 fiestas ilegales escondidas en medio del parque. Algunas llegaron a tener en julio hasta mil participantes.

Nunca había visto algo así, es completamente increíble, dice el organizador de fiestas Illa Gianotti, cofundador del grupo Soeurs Malsaines.

Empezó tímidamente. Poco a poco los colectivos empezaron a salir de casa en mayo, con las primeras fiestas discretas; no necesitamos gran cosa: sacar las bandejas para vinilos del salón, alquilar un generador y un amplificador e instalar luces audiorrítmicas, dice por su parte Antoine Calvino.

Responsable del colectivo Microclimat, él fue uno de los primeros en poner sus viejos discos en el parque desde mayo, cuando terminó el confinamiento.

Las autoridades del ayuntamiento de París que gestionan los parques y jardines de la ciudad reconocen que están sorprendidos por el alcance del fenómeno, e intentan urgentemente encontrar una manera de controlarlo.

Hay un verdadero problema cultural y social en este momento, y nosotros, el ayuntamiento, no queremos enviar a la gendarmería, queremos que las cosas se puedan hacer, dijo Frédéric Hocquard, responsable de la vida nocturna de la capital.

En el otro extremo están los adeptos de la fiestas, con experiencia desde hace 30 años, cuando se celebraban en terrenos enfangados y con grandes equipos de música, pues están en plena preparación de un velada clandestina llamada Transe ta Race.

Los veteranos reciben a los jóvenes, algunos neófitos con fama de proponer música electrónica radical ( trance y dub) y en la que se consumen estupefacientes.

El lugar de la fiesta se anuncia en el último momento por medio de un mensaje vocal. Para entrar hay que escalar un pequeño muro, ponerse la mascarilla, desinfectarse las manos y pagar 10 euros por gastos de organización y de una posible multa.

Cinco policías en uniforme llegan antes de que empiece la fête, lanzan advertencias y confiscan algunos cigarrillos de mariguana, pero luego se van. La fiesta puede empezar.

Afp