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Penultimátum

Por un marquesado bien vale callar

E

n julio de 2017, en uno de los cursos de verano que organiza la Universidad Complutense de Madrid, Mario Vargas Llosa dijo preferir gobiernos corruptos que dictatoriales. Y rechazó seguir caminos como los que tomaron Rusia, China, Cuba o, especialmente, Venezuela.

A los gobiernos de esos países suma el escritor muchas críticas a los de Luis Inácio Lula da Silva y Dilma Rouseff, en Brasil, y Evo Morales en Bolivia, elegidos democráticamente y que redujeron notablemente la pobreza en sus países.

No dice ni cuestiona, en cambio, a gobernantes que han dejado triste huella. Como Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto en México. El silencio sobre el primero se entiende, pues en octubre de 2012 recibió el Premio Carlos Fuentes, dotado con 250 mil dólares provenientes de nuestros impuestos. Del segundo, ni una palabra, porque bien ha dicho: mejor un corrupto que...

Y con los corruptos sigue. En febrero de 2011, Juan Carlos, rey de España, lo nombró marqués. Vargas Llosa dijo entonces: Nací plebeyo y voy a morir plebeyo, a pesar del título. Agregó que esa distinción hay que tomarla con humor, viviendo y siendo de un país republicano; con agradecimiento, porque es un gesto muy cariñoso del rey, y con una sorpresa descomunal, pues jamás imaginé que me harían marqués. El título es hereditario y no se sabe si lo acepte su hijo Álvaro, republicano visceral, según el Nobel.

En el mismo despacho oficial donde firmó la declaratoria nobiliaria, el rey Juan Carlos maquinó con dos testaferros cercanos la creación de una estructura para lavar en Suiza decenas de millones de dólares mal habidos. Una forma de evadir al fisco español y encubrir diversos negocios sucios realizados durante su cargo como jefe de Estado. Todos los detalles de esa estructura las tiene el fiscal de Ginebra que lleva el caso. También las autoridades judiciales españolas.

Hasta los partidarios más acérrimos de la monarquía condenan el comportamiento del ex rey. No Vargas Llosa. Quizá por un marquesado bien vale la pena guardar silencio sobre un corrupto de siete suelas.