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Despertar en la IV República

Endeudamiento y democracia

H

e oído, que cuando Daniel Cosío Villegas supo que el monto del adeudo de Echeverría pasaba de 24 mil millones de dólares, se quedó callado un momento y luego sentenció: ¡Nos han quebrado! Eso sucedió en los meses finales del gobierno de Echeverría y desde entonces hemos vivido sucesivamente ocho desastres al final de cada sexenio.

Las cosas no fueron así. Hasta 1970, Antonio Ortiz Mena logró mantener en términos manejables la deuda externa y orientó esos recursos al desarrollo. El país venía creciendo a una tasa de 6.5 de promedio desde los años 30. El sucesor de Echeverría, López Portillo, llevó la deuda a 80 mil millones. Se quería financiar una especie de fiebre de oro de la abundancia del petróleo. Los siguientes seis sexenios aplicaron las teorías conservadoras del neoliberalismo, redujeron el crecimiento de México y se siguieron endeudando.

Los presidentes en lugar de organizar las finanzas y reordenar la estructura tributaria, abusaron del endeudamiento y de los recursos petrolíferos, hasta dejar a México sin petróleo y con una deuda que, según ciertos cálculos, superó 400 mil millones de dólares.

Hoy se abre paso, después de las elecciones de 2018, un régimen distinto que dice entre, otras cosas, que seguirá políticas financieras al estilo de Ortiz Mena. Se dice distinto a la larga sucesión de gobiernos conservadores, marcados por la corrupción y la ineptitud que se mantuvieron en el poder alterando las elecciones.

El proyecto del nuevo gobierno va tomando forma, según transcurren sus primeros meses, y su perfil define el cambio que propone. Una nueva política de bienestar social; la transparencia; la austeridad y la eliminación del despilfarro; la consolidación de la democracia y terminar con el endeudamiento externo.

El estado de emergencia que vivimos obliga al gobierno a superar una prueba de primera magnitud. Los créditos internacionales están abiertos para México, pero el gobierno no los utilizará, obteniendo los recursos necesarios de sus propias políticas de racionalización del gasto. Va a orientar los recursos al rescate de la mayoría de los que viven al día. No sólo para hacer justicia, sino para mantener la seguridad social. Hay que recordar que el hambre es un enemigo peor que la pandemia.

Colaboró: Mario Antonio Domínguez