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Hay 7 mil en esa condición, según cifras del gobierno

Adultos mayores viven cuarentena enfermos, solos y con precaución

Estar encerrado con tanto calor es imposible, dice don Manuel, de 73 años

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▲ Lo importante para ellos es mantenerse ocupados, tener recursos y estar sanos.Foto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Sábado 30 de mayo de 2020, p. 31

Con temor o escepticismo, sanos o con enfermedades crónicas, confinados y a la espera de volver a caminar por las calles y sin dejar de buscar alguna remuneración para sus alimentos, los adultos mayores resisten con marcadas diferencias la emergencia sanitaria.

Bertha Hernández, de 72 años, es una de las 7 mil personas en ese rango de edad que, estima la Secretaría de Bienestar e Inclusión Social del gobierno local, viven solas y carecen de redes de apoyo familiar y social, por lo que el Instituto para el Envejecimiento Digno estableció un modelo de seguimiento –por medio de llamadas telefónicas, entrega de medicamentos a domicilio y apoyo en la realización de trámites–, aunque ella no está incorporada a ese programa.

Vive en un cuarto en la calle Chihuahua, de la colonia Roma, con cuatro perros: Palomo, Felipa, Movimiento Ciudadano y un chiquillo que es de mis vecinos pero me sigue, y compensa la pensión alimentaria que recibe del gobierno federal con propinas que se ganaba al barrer la calle y cuidar automóviles del personal de la Universidad Latina, pero por la emergencia sanitaria la escuela permanece cerrada; el otro día salí a las 6 de la mañana a barrer y no me dejó la patrulla, me dicen que me meta, por mi propio bien.

Dijo desconocer si padece alguna enfermedad crónica, pero hace unas semanas, en plena pandemia, enfermó de los bronquios: Nadie de mis vecinos me ayudó, tuvo que ser una vendedora de flores de la zona, Carmelita, quien le asistió, me puso como seis ampolletas de eucalipto, caminaba y me ardía el pecho, sentía que me ahogaba, apenas me estaba componiendo y volví a recaer porque me mojé, viene el agua rápido y no me dio tiempo de entrar; me mojé y estaba igual, me pusieron dos ampolletas de aceite. ¡Ay, pero cómo duele! Y sí, con eso me compuse.

Manuel Ruiz, de 73 años, también vive solo en un cuarto de la colonia San Rafael y a pesar de que padece diabetes prefiere salir a caminar a la calle porque encerrado en mi cuarto, con el calor tan fuerte, es imposible, y pone en duda que el virus sea tan grave como se dice.

Sin embargo, agradece a las personas que han decidido quedarse en sus casas para que no hubiera tanta propagación. Hicieron bien, yo se los agradezco porque yo sí tengo que salir a buscar de comer y entonces no hay tanta gente.

Explicó que al principio se quedaba encerrado, pero se le acabó la despensa y el dinero de la pensión alimentaria, nos van a dar la otra hasta el 15 de julio y es un chingo de tiempo y sale a buscar reuniones familiares donde tocar la guitarra.

Raquel, otra mujer septuagenaria de la colonia Roma, se muestra temerosa; con un ademán y el gesto en su rostro tras el cubrebocas pide no acercarse y se limita a decir que este periodo de confinamiento ha sido horrible para mí, es todo lo que puedo decir. No se aguanta estar encerrado tanto tiempo.

Situación muy distinta es la de María Alma, que a sus 84 años luce sana y no padece enfermedades crónicas. Lo que más extraño es salir a caminar, admite, pero ha aprovechado el confinamiento para limpiar y sacar papeles y objetos que no le sirven –se disculpa por las cosas esparcidas en el piso en su domicilio de la colonia Doctores–, también mira la televisión y explora Internet en su celular.

Realiza una rutina diaria de gimnasia por las mañanas, hábito que adquirió desde su juventud con la práctica de yoga, además de cuidar su alimentación que le llevan de un comedor comunitario, a una calle de allí, y que comparte con otra vecina, también mayor, es importante cuidarse uno para cuidar a los demás.