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Pandemia

Se reduce la oferta de productos

Aquí seguiremos, aunque vemos venir la desolación económica

En el mercado de Jamaica la gente trabaja al ritmo de la pandemia

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▲ Mientras no se impone la fase 3 de restricciones, para los vendedores de frutas y flores la vida sigue en el mercado de Jamaica, pese a la baja de clientes.Foto Jair Cabrera
 
Periódico La Jornada
Domingo 12 de abril de 2020, p. 9

¿A cómo las rosas? A 30, responde el vendedor. Dos docenas, 30 pesos. En sábado, el paraíso de los amantes de las flores camina al ritmo de la pandemia. Muchos clientes han dejado de venir y, a ojo de buen cubero, sólo acude un tercio de la clientela habitual.

¿El ritmo de la pandemia, dijo? Uy, entre semana estuvieron dando el paquete de rosas a siete pesos, dice Nadia Zapata, integrante de un clan que vende la mejor fruta del mercado de Jamaica.

El ritmo de la pandemia. Hace tres semanas, los Zapata se contaban entre los descreídos: Es una cosa del gobierno, de la guerra de Estados Unidos contra China, decía Susana.

La realidad les pegó cerca. Su hermana migrante, quien vive en Nueva York, está encerrada y enferma. Desde aquí le hicieron llegar alguna ayuda, porque allá, dicen, no hay nada. (Ver la nota de David Brooks: https://www.jornada.com.mx/sin-fronteras/ 2020/04/11/migrantes-el-grupo-mas-vulnerable- en-eu-ante-la-pandemia-2074.html.)

En tiempos de normalidad, los Zapata ofrecen unas 25 frutas distintas. Hoy sólo tienen siete productos. “Hemos optado por pura fruta nacional, por lo que más se vende… también porque con la subida del dólar muchas frutas están demasiado caras”, dice Nadia.

Vivimos al día, aquí seguiremos, pero lo que vemos venir es la desolación económica, agrega.

¿A cómo la rosa?

Uy, señor, hemos visto los paquetes de rosas ahí tirados, en la basura. No los vendían ni en siete pesos. ¿Para qué se los llevan si la flor ya se va a morir?, dice un cargador, nahua de Puebla. Con los hñahñu hidalguenses, los nahua dominan el oficio de diablero y se cuentan entre las primeras víctimas de la ruda caída de las ventas.

Para los diableros, como para la mayoría de los comerciantes de Jamaica, #QuédateEnCasa no es una opción. La semana pasada hubo el rumor de que ya nos iban a cerrar, no todo el mercado, sino acá, la sección de las flores. Ni hablar, nosotros estaremos aquí hasta que nos cierren, dice un locatario que se especializa en lilis y todas sus variedades.

Mientras más pobre sea un país menos trabajos se pueden realizar desde casa, concluyen dos economistas citados por Gerardo Esquivel. En México, sólo 22 por ciento de los trabajos podrían llevarse a cabo desde casa, agrega.

No pueden trabajar desde casa, por ejemplo, diableros, taxistas, taqueros, floristas y tampoco los artistas del empaquetado que cobran 15 pesos por proteger los pétalos viajeros.

¿Ventas a domicilio?

No tenemos cómo, dice el vendedor de lilis.

Caminar al ritmo de la pandemia. Un tercio de los puestos no abrieron. La mayoría, por decisión de los vendedores, aunque se debe excluir a los puestos de pescados y mariscos, cerrados por la autoridad desde el jueves porque aquí se reprodujeron, en menor escala, los tumultos de compradores de cuaresma.

Algunos locatarios ofrecen gel y han marcado un punto en el piso, tímido intento de sana distancia. Muy pocos, locatarios o clientes, usan cubrebocas.

Jamaica, en lo que hace a flores, debe su fama a los que vienen de los pueblos. Productores o intermediarios del estado de México y Puebla que llegan en sus camionetas de carga, se estacionan en los pasillos y descargan su colorida oferta en el piso. Ellos sí, no toman ninguna, pero ninguna medida de protección, dice Nadia.

Los introductores –intermediarios– fueron los primeros en dejar el negocio. Los productores resistieron, sin alternativa.

La víspera de Domingo de Ramos, año con año, llegan decenas de familias que se instalan en los anchos pasillos entre las naves del mercado. Los abuelos, los padres, los niños tejen Cristos de palma. Este año, cuenta la florista Virginia Peralta, vinieron cuando mucho unas 15 personas.

Fernando Presa y su nieta Yenci se hacen cargo de un puesto de arreglos florales: muñequitos hechos de flores con leyendas como Te amo, leoncitos con melenas de arbusto.

Llevo 60 años en las flores y nunca me había tocado algo así, dice el abuelo.

–¿Ni cuando el sismo de 1985?

–No, nada que ver, la economía no se detuvo.

El miércoles pasado, cuentan los locatarios, el gobierno de la Ciudad de México mandó brigadas a fumigar. El jueves cerró los puestos de mariscos. Lo que sigue se va sabiendo de a poco.

Por ejemplo, muchos locatarios han escuchado las ofertas gubernamentales de apoyos a pequeños negocios. Nos hemos metido a la página, pero siempre está saturada.

Las Zapata se están preparando para el momento en que ya no puedan abrir su negocio porque, con todo, hacen una última petición: Diga, por favor, que Jamaica está abierto.

Eso sí, afirman lo que comparten otros locatarios: que cerrarán cuando se dé la instrucción.

Nos dicen que eso será en la fase 3, ¿usted qué piensa?, cierra el marchante antes de despachar un paquete de concador, una hermosa flor blanca cuyo aroma resiste al hedor de estos tiempos del coronavirus.