Opinión
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Pandemia
Indígenas urbanos y la contingencia
E

n la actualidad la presencia de indígenas en diversas ciudades de México se ha venido a convertir en una realidad inocultable. La Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara, las ciudades/frontera y en pasadas fechas los sitios turísticos del país, se encuentran entre los lugares de destino para miles de indígenas. Es justamente con la residencia de indígenas en contextos urbanos, como podemos observar que la migración indígena no sólo se ha venido a convertir en una vía para acceder a una fuente potencial de recursos o para mejorar las condiciones de vida, el fenómeno también muestra como a la migración debemos sumar el despojo de tierras y la violencia que azota a las comunidades de origen, todos los cuales son los motores que generan los cambios más drásticos en la distribución contemporánea de la población indígena. Para el caso de la ciudad de Guadalajara la presencia de indígenas se ha incrementado considerablemente. Los números así los reflejan. Por ejemplo, el 28 noviembre de 2015 en el Diario Oficial del Estado se publicó el Padrón inicial de localidades y comunidades indígenas de Jalisco, ahí se reportó que el total de indígenas en el estado ascendía a 68 mil 317 personas. Más allá de la exactitud de las cifras, existe un dato revelador: en Jalisco los indígenas vivimos mayoritariamente en la ciudad, pues del total reportado, resulta que 44 mil 727 vive en la urbe. Es decir, más de la mitad de la población indígena no vive en el contexto rural. En cinco años, sin duda los números se incrementaron.

Gran parte de los indígenas urbanos en Guadalajara se desempeñan como artesanos, obreros, trabajadoras del hogar y en actividades como la venta de fruta, flores y papas en la vía pública y en tianguis, otros más se desempeñan como albañiles y limpia vidrios, algunos atienden sus negocios familiares como son las tiendas de abarrotes. Todos ellos dependen del trabajo día a día. ¡Si no trabajamos no comemos! se escucha decir con frecuencia entre los compañeros en las pláticas cotidianas. Ahora, en el contexto de la contingencia de salud por el Covid-19, se han tomado una serie de medias estatales y federales que han llamado a que la población se mantenga en sus hogares. Sin embargo, estamos observando que eso es imposible para una gran parte del pueblo mexicano y entre ellos los pueblos indígenas de la urbe somos sólo una muestra. Existen casos donde los compañeros nahuas, mixtecos, wixarika y zapotecos ya han pagado la renta de los espacios de venta en el centro de la ciudad, pero ahora con la prohibición de salir, ya no pueden vender sus productos y son amedrentados por los inspectores municipales y por la población mestiza que les recrimina el hecho de estar trabajando en la calle. Incluso a los purépechas quienes se caracterizan por elaborar y vender muebles de madera, todo ello en el mismo espacio físico de lo que podemos denominar la casa-taller, la prohibición a cerrar genera que los inspectores no entiendan que una cosa es tener la cortina abierta para fines de ventilación y otra es estar laborando. Otros compañeros que trabajan en fábricas han tenido que tomar descansos obligatorios que son disfrazados de vacaciones y en otros casos se quedaron sin empleo. El gobierno del Estado ofertó algunos apoyos a la población en general ante la contingencia, pero los trámites por Internet hacen complicado cumplir el tortuoso y burocrático proceso para aplicar a un préstamo.

Con ese contexto a cuestas, es como los colectivos, organizaciones, barrios e individuos indígenas urbanos de Guadalajara convocaron a reunirse. El diagnóstico de los pueblos en relación a la salud muestra como las enfermedades crónico-degenerativas y su relación con los adultos mayores nos pone en una situación de alarma; nos damos cuenta que el dinero comienza a escasear y los pagos no paran. Es la hora entre lo urgente y lo importante. Lo urgente es sobrevivir al periodo de la contingencia, para lo cual algunos compañeros exigen la implementación de programas estatales destinados a los indígenas urbanos, y otros proponen reactivar las redes de consumo local y utilizar a las redes sociales como espacio para conectarnos localmente. Por su parte, lo importante es construir –junto a todos los habitantes de la urbe y nuestras comunidades de origen– un espacio organizativo que apunte a cimentar relaciones sociales más allá del sistema capitalista y donde ruralizar la urbe está siendo ensayado por los pueblos indígenas en Guadalajara, como una opción para configurar otra forma de estar en la tierra por medio de huertos urbanos que apuntan a consolidar la autonomía alimentaria.

*Zoque de Chapultenango, Chiapas. Historiador y antropólogo. Miembro del Centro de Lengua y Cultura Zoque