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¿Vuelven Chipinque y Atalaya? // Cúpula empresarial, desatada

E

ra inevitable: tarde que temprano, la cúpula empresarial mostraría el cobre. Por eso, no sorprende su atrabiliaria reacción tras la negativa presidencial de acatar sus recomendaciones para atender la crisis transitoria. Por el contrario, solo recuerda la fábula de la rana y el alacrán, porque los barones no están acostumbrados a una negativa, menos si ella proviene de un personaje político al que abominan.

De hecho, en los círculos de la alta empresa se elaboran planes y se hacen apuestas para encontrar la forma ideal de tirar a López Obrador, lo que de inmediato trae a la memoria las prácticas de los encapuchados de Chipinque (Luis Echeverría dixit), en Monterrey (mediados de los años 70), y los participantes en Atalaya: México en libertad (reunión de los barones en la Hacienda Galindo, Querétaro, en el gobierno de López Portillo), que al final de cuentas se trata del mismo equipo (antes y hoy).

Carlos Salazar, la cara visible del Consejo Coordinador Empresarial (otrora compahombro con hombro– del presidente López Obrador) anda desatado y ahora aconseja a sus neo encapuchados que se organicen y le metan billete para tumbar al tabasqueño, pero, eso sí, de forma democrática.

De acuerdo con la versión de los herederos de Chipinque y Atalaya (histéricos cónclaves complotistas para mostrar músculo; muchos de los apellidos participantes en aquellos encuentros se repiten ahora, con sus júniors respectivos), el quid del desencuentro entre el Presidente y la cúpula empresarial es que el plan de reactivación económica no incluye lo de siempre, lo mero importante: el salvamento de los barones, el erario a su disposición, condonación fiscal y, desde luego, pase de factura a los jodidos, con un billón de pesos en nueva deuda pública. Nada de eso considera, de allí la pataleta.Y es entendible, porque es la primera vez que les sucede, cuando menos en los últimos cuarenta años.

Los barones dicen que carecen de liquidez para enfrentar la crisis, que son pobres, aunque de buen corazón. Y muy católicos, por si faltara algo. Entonces, deberían ejercitar la memoria para recordar los 78 mil millones de dólares que mantienen depositados en el sistema financiero estadunidense (la información es del Banco de México) o las fortunas de cuento de hadas que resguardan -libres de impuestos- en los paraísos fiscales (todas ellas amasadas en este país de nacos) a las que podrían darle un pellizquito para financiar sus necesidades. Pero no: si de ese tipo de ejercicio se trata, entonces la memoria permanecerá bloqueada, como la relativa al cumplimiento fiscal.

Si de memoria se trata, el presidente López Obrador le pidió al presidente del Consejo Coordinador Empresarial que se la refresque a un grupo de sus agremiados: le vamos a pedir a Carlos Salazar que hable, que los convenza, con los dueños de las grandes empresas que deben dinero a la hacienda pública, porque si nos pagan tendríamos muchos más recursos para apoyar a las Pymes.

En el detalle, el mandatario explicó que hay 15 grandes contribuyentes que, incluyendo multas y recargos, deben, según las cuentas del SAT, 50 mil millones de pesos (en impuestos). Entonces, si hablo de que vamos a entregar créditos a un millón de pequeñas empresas familiares, si cobráramos los 50 mil millones podríamos entregar más.

Y de pilón: ahora que Carlos Salazar me va a ayudar a cobrar y vamos a tener más. Imagínense que cobremos eso, pues tendríamos para más. Entiendo que él está en su papel, lo dije, de defender a su gremio, pero ojalá y también entienda que yo estoy aquí para representar los intereses del pueblo de México, de todos, pero procurar darle preferencia a la gente humilde. O ¿qué? ¿No se supo que dije que, por el bien de todos, primero los pobres?

Las rebanadas del pastel

Como parte de la referida fábula allí está el presidente López Obrador presumiendo que Slim, Baillères y el tóxico Larrea están de acuerdo con su plan de rescate económico. No me pidieron, me ofrecieron ayuda. A kilómetros se les ve el aguijón.