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Pandemia

Son escasas las personas que toman precauciones

En la CDMX muy pocos ven la tormenta
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▲ En el AICM muchos de los usuarios utilizan cubrebocas antes de realizar sus vuelos. Las despedidas son muy especiales y unos a otros se toman la temperatura.Foto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Jueves 19 de marzo de 2020, p. 7

Para cuidarse o someterse a cuarentena, por ahora el habitante promedio de la Ciudad de México no ve la tormenta y por tanto no se hinca.

Quizá la razón es que carga muchas estampitas milagrosas. O de plano, ni siquiera se ha enterado del escueto y sensato mensaje del futbolista Héctor Herrera: “En serio, hermanos, si nosotros en España pudiéramos regresar el tiempo una semana a la fase uno, sin pensarlo tomaríamos las debidas precauciones y no saldríamos de casa…”

Ayer, aún no era mediodía y sobre la avenida Vasco de Quiroga, en el Pueblo de Santa Fe, ya habían desfilado –y seguían formados– decenas de vecinos de la colonia El Pirul, para recibir los tinacos de agua que, como deuda de la administración del PRD les entrega la alcaldía Álvaro Obregón, esta vez en manos de Morena.

¿Precauciones, sana distancia, gel, cubrebocas, toma de temperatura, distinción por edades? ¿Qué es eso?

Aquí de lo que se trata es de tener el sacrosanto papel que desde la consulta por el presupuesto participativo 2017-18 se les entregó (previa verificación domiciliaria) para obtener aquello por lo que votó la mayoría en esa colonia.

Y pues a proceder.

En un callejón que converge a la calle principal, el camión dejó por la mañana los voluminosos Rotoplas de 750 litros. Se avisó a los beneficiarios y éstos fueron presurosos por ellos, sin importar el tiempo que les tomara el trámite ni las recomendaciones para evitar contagiarse del Covid-19.

Algunas empleadas de la alcaldía asignadas a cumplir con la entrega sí se protegieron con cubrebocas y guantes. Pero eran las menos. Y de la gente, prácticamente nadie.

Hablar con unos y otras invariablemente llevaba a la explicación detallada de con cuánto atraso llegaron los tanques, de cómo a otros les tocó recibir calentadores solares y demás. Pero frente a la pregunta por el temor a contraer coronavirus, simplemente levantan los hombros, esquivan la interrogante y, en el mejor de los casos, dicen que se irán rápido a sus casas.

¡Es pura politiquería. Parece que en el Pueblo de Santa Fe no vendrá el coronavirus!, dice indignado desde la acera de enfrente un comerciante que toda la mañana ha visto el transcurrir de la gente que, bien provista de diablitos, eso sí, ha atendido el llamado de la alcaldía.

Al mismo tiempo, sin embargo, y a unos tres kilómetros de ahí, otro grupo, éste de la colonia Las Cuevitas, retoma su recurrente medida de cerrar la avenida Camino a Santa Fe en demanda de agua.

Como ha ocurrido en otras zonas de la ciudad, el argumento es irrefutable: cuidarnos de la pandemia exige el lavado constante de manos. ¡Ajá! ¿Y con qué lo hacemos? En menos de cinco minutos aquello es un rosario de argumentos, gritos y protestas, mientras en ambos sentidos de la calle, multitud de autos y autobuses quedan varados.

Porque tampoco se trata de que sea algo muy distinto a lo que comunmente se ve en la ciudad.

Menos gente en las calles, tal vez. Pero no mucha más seguridad o protección.

En edificios públicos como los módulos del Instituto Nacional Electoral (INE) las medidas anticontagio son de la puerta hacia adentro. Afuera, no importa que la gente se arremoline.

E igual ocurre con las sucursales bancarias.

La gente entra por goteo. En la mayoría no hay gel para las manos y los cajeros traen (aun estando detrás de un cristal) sus obligatorios cubrebocas.

Cierto, se ven menos transeúntes. Y de éstos, son minoría quienes portan alguna protección.

Por la calle y a tono con la inminente primavera y seguramente inspirados por aquello de tus ojos de jacaranda en flor, no es infrecuente encontrar a los novios tomados de las manos, a señoras paseando bebés en carriolas…

Las obras públicas no tienen por ahora trazas de suspenderse. Corre prisa por tender más kilómetros de Metrobús o por asfaltar por enésima vez la misma avenida o darle nuevo adoquín a determinadas banquetas.

Eso sí, a los cines ya acude muy poca gente: 25 a lo sumo por función aun en las películas más taquilleras y una encargada de recoger los boletos admite con pesadumbre que debido al coronavirus se han retrasado varios estrenos programados para la próxima semana.

Así, la gente que por gusto o necesidad en la capital del país no está en cuarentena, sigue sin preocuparse.

Tanto, que en muchas farmacias ni siquiera los empleados traen al menos cubrebocas.