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Bajo la lupa

Guerra de precios de Arabia Saudita y Rusia sacude al desfalleciente gas lutita de EU

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▲ Refinería Marathon Oil Corporation en Carson, California.Foto Afp
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a guerra no es de vulgares precios. Es también de presupuestos –precio para las necesidades fiscales– y de reservas: de divisas no devaluadas e hidrocarburos.

El choque petrolero viral comporta características geopolíticas donde habrá ganadores y perdedores.

El brutal choque de 2020 no se parece al de 1986 cuando se gestó la colusión de EU y Arabia Saudita para desplomar el precio del barril que marcó el inicio del fin de la ex URSS (https://bit.ly/2TSX4XT).

En 1986, la URSS, se encontraba a la baja geoestratégica, mientras China no jugaba.

En 2020, Rusia se encuentra al alza multidimensional y China se mantiene incólume, pese al Covid-19, mientras EU ha sido entrampado con su artificial gas lutita financiado por la Reserva Federal y Wall Street (https://bit.ly/38INPyW).

En EU existe la peregrina propaganda de que Rusia busca liquidar la industria del gas lutita en la Cuenca Pérmica –no se diga para impedir el boicot de Trump al gasoducto NordStream 2 que conecta a Rusia con Alemania– cuando su derrumbe era más que cantado (https://bit.ly/3aIemh7), con o sin guerra de precios.

En la metáfora del cono de arena, al final, un solo grano derrumba todo el cono infectado por el virus global que mermó la sobreoferta de petróleo con dos millones de barriles diarios y que busca(ba) reducir Arabia Saudita, al unísono de la OPEP y de otros miembros observadores como Rusia, para mantener su presupuesto fiscal que proyecta(ba) en 80 dólares el barril, mientras Rusia puede absorber un precio de 50 dólares y hasta la mitad.

Ya el zar Vlady Putin, quien con su reflejo de judoka reviró a dos blancos y advirtió que Rusia podía soportar un precio de 25 dólares el barril por una década (¡súper-sic!; https://bit.ly/38HaX0S), cuando, además, Moscú posee hoy 570 mil millones de dólares de reservas –sin contar su Fondo de Riqueza Soberana de 150 mil millones–, frente a las de Arabia Saudita que han disminuido a 495 mil millones de dólares.

No se trata de una banal guerra de precios cuando Rusia juega a la geometría multivariable y a una multidimensionalidad geopolítica de varios niveles ( multilayered) que afecta todo el planeta cuando contará quien pierda menos en la tétrada precios/presupuesto/reservas/geopolítica. Aquí no caben procaces maniqueísmos lineales y daltónicos.

Su desplome beneficia a China e India (básicamente, los importadores principales) y despedaza a los productores carentes de anticuerpos en su sistema inmunológico energético.

Arabia Saudita es más vulnerable que Rusia en su ingreso petrolero: el primero depende de 87 por ciento y el segundo de 40.8 por ciento, incluyendo su gas, que es el verdadero “ game changer”.

El zar Vlady Putin venderá caro su amor a EU, no se diga a Occidente al borde de choques deflacionarios, cuando peligra el sector petrolero y gasero de EU que contribuye en 7 por ciento de su PIB y cuenta con más de 10.3 millones de empleos (https://bit.ly/2Q2l8X6).

NYT culpa al príncipe Mohamed bin Salmán (https://nyti.ms/2IAXIEb). No se trata de culpar o exculpar, sino quien juega mejor a la geoestrategia energética entre los tres grandes: EU/Rusia/Arabia Saudita.

WSJ, cercano a Trump, anda más perdido que nunca, y después de sentenciar en forma estrafalaria que Putin no es amigo de Trump, exhorta a jalarle las orejas a su aliado Mohamed bin Salmán (https://on.wsj.com/3cPBhJd).

Una llamada de Trump a Mohamed bin Salmán quizá tuvo que ver en la recuperación de 10 por ciento del precio, no se diga la visita secretadel secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, íntimo de Jared Kushner, al embajador ruso, lo cual fue expuesto por el Kremlin en su Facebook antes que el mismo EU (http://dailym.ai/2Q7qy3o).

La mezcla ominosa del virus global y el choque petrolero puede descarrilar la relección de Trump y afectar la estabilidad de la mayoría de los países productores de petroleo, sean de la OPEP o no.

El zar Vlady Putin, como el mandarín Xi, busca la extensión de su mandato, como lo hizo Roosevelt en una fase crítica, y como lo pondera Trump en caso de una relección sin Covid-19 y sin desplome de Wall Street.

Las consecuencias geopolíticas son ya enormes.

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