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¿La fiesta en paz?

Hilda Tenorio, repararse, reparirse y renovar desafíos

L

a descortesía impera en estos tiempos y el ambiente de los taurinos, de los que dicen conocer el negocio y pretenden preservar la vigencia del espectáculo, no tenía por qué ser la excepción. Con oportunidad, el equipo de prensa de la matadora moreliana Hilda Tenorio convocó a una conferencia en la sede de la Asociación Nacional de Matadores, en la Ciudad de México, para el lunes 2 de marzo. No era una conferencia más, sino la reaparición en público de la menuda torera que hace 10 meses a punto estuvo de perder la vida –a 3 milímetros–, repuesta gracias a un carácter inverosímil que rebasa todo lo imaginado. La asistencia, como la oferta taurina de la empresa, fue discreta y, salvo alguno, ni promotores, compañeros, comunicadores, ganaderos y admiradores pudieron acompañarla. No obstante su exitosa trayectoria, la menguada o de plano machista imaginación empresarial reapareció, las corridas escasearon y los años pasaron, pues está visto que en materia taurina la falta de propuestas novedosas no distingue género.

Aguantando descompuestas embestidas de empresas dependientes y sin imaginación, de un medio taurino alcahuete y oportunista, de ganaderos y diestros mexhincados, de animalistas y antis tan injuriosos como escandalizados de que una mujer decida estoquear toros de lidia y, para colmo, de bureles que no quieren ver los que figuran, Hilda, sin dramatizar su calvario reciente –varias fracturas de rodilla y dos cornadas–, con perfecta y pausada dicción, elocuencia que quisieran muchos y suaves facciones que apenas dejan ver los tremendos destrozos causados por el pitón de Querido Viejo, de Santoyo, el 3 de mayo en la desaprovechada plaza de Puebla, hace años a merced de frivolidades diversas, reapareció como siempre: sencilla y segura.

Flanqueada por los jóvenes cirujanos que la atendieron en el hospital Betania, de Puebla –Marco Antonio Parra, Fabián Alvarado, José Luis González y Raúl Aragón–, y por su apoderado, Alberto Alcocer, Hilda fue presentando a cada uno, no sin antes agradecer a sus padres, María Hilda Patiño, ahí presente, y a Fernando Tenorio, ausente, médico de profesión. ¡Imagínese!, todo el apoyo brindado a lo largo de su carrera, así como la entereza mostrada cuando ha visitado el quirófano. La ovación fue unánime y prolongada.

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▲ Una renovada, animosa y desafiante Hilda Tenorio se prepara a someter su corazón torero a nuevas emociones, como si los obstáculos salvados no fueran suficientes.Foto Archivo

Sin pestañear, añadió: La razón de esta conferencia es para agradecer a los doctores su excelente trabajo profesional. No quise evitar escenas crudas, porque los toreros también sangramos. Todos tenemos que pagar una cuota de peaje en la vida; yo ya la pagué por adelantado. Mi ojo izquierdo quedó algo hacia abajo, pero ya no me operaré, pues tengo una visión perfecta. El medio es aún más difícil para las mujeres, no sólo para conseguir corridas, sino siquiera tentaderos. En abril iré a España a hacer campo. Aquí y en Sudamérica he toreado ganado español, por lo que me siento preparada. El pitón lesionó el paladar, fracturó el maxilar superior y 18 huesos de la cara, me pusieron 16 placas de titanio y dos mallas del mismo material para sostener los glóbulos oculares y moldear y ajustar la zona del pómulo. Tengo mi cara prácticamente llena de titanio. A ver si ahora me cotizo mejor, concluyó con ironía.

Conmovido hasta la médula, su descubridor y primer apoderado, Pepe San Martín, comentó: Hilda es una fuera de serie, con una vocación, tenacidad y disposición increíbles. Se levanta a las cuatro de la mañana a ejercitarse, luego a entrenar y después a trabajar, pues es abogada en la Suprema Corte de Justicia. Si un dolor de muelas no se aguanta, imagínate 17 fracturas en la cara.