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Ver día anteriorDomingo 8 de marzo de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Flor en medio del asfalto
A

un costado del Periférico y cerca de la avenida San Antonio, en la calle Pirámide 7, rodeada de casas y vialidades, se levanta una pequeña pero sustanciosa zona arqueológica. Se dice que el sitio, que fue de mayores dimensiones, estaba dedicado a Mixcóatl, quien fue un hombre que de acuerdo con la cosmovisión prehispánica se convirtió en dios. Guió a sus compañeros desde las tierras del norte hasta la cuenca de México cuando aún no existía Tenochtitlan. Durante la ocupación mexica se le veneró como deidad de la caza.

De ahí el nombre de Mixcoac, que bautiza la demarcación y cuyo nombre en náhuatl significa donde se venera la serpiente de nubes. Su antigüedad se remonta a la época teotihuacana (400-600 dC), pero los vestigios que hoy podemos visitar datan del periodo de ocupación mexica (900-1521 dC).

Recientemente se abrió al público y en la inauguración el director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Diego Prieto, explicó que es uno de los sitios arqueológicos más pequeños del país con tan sólo 7 mil 200 metros cuadrados y que es como una flor en medio del asfalto, por todas las construcciones y vialidades que la rodean.

Actualmente sólo se conserva una pequeña parte del que fue vasto asentamiento prehispánico y que corresponde a su última etapa. Con distintos grados de restauración, podemos admirar los vestigios de la pirámide dedicada al dios Mixcóatl, también la plataforma oriente y edificios anexos, el patio central, la plataforma poniente con su plaza ceremonial y unos cuartos de adobe.

El sitio ha sido investigado por más de un siglo. El historiador Francisco Fernández del Castillo fue el primero en estudiarlo en 1916 y lo denominó Mixcoac, al identificar el topónimo de la serpiente de nubes, en el mapa de Uppsala, realizado en 1550.

En 1920, Manuel Gamio, entonces director de la Inspección de Monumentos Arqueológicos, (antecedente del INAH) designó al arqueólogo Eduardo Noguera para excavar y estudiar el gran montículo que era visible en el paraje al sur de Tacubaya, conocido como el teocalli de San Pedro de los Pinos.

Con la construcción del Anillo Periférico en 1961, que ocasionó que gran parte del basamento quedara debajo de la vialidad, se llevaron a cabo diversas obras para salvaguardarlo. A partir de entonces no dejaron de realizarse trabajos e investigaciones por parte de los arqueólogos del INAH.

En años recientes el profesor Roberto Gallegos llevó a cabo múltiples gestiones, y con el apoyo de las direcciones de Estudios Arqueológicos y de Operación de Sitios de la Coordinación Nacional de Arqueología, el sitio finalmente se habilitó para su visita pública.

Se acondicionaron senderos y rampas para personas con discapacidad, señalización y servicios para el visitante. También se abrió una sala introductoria por parte de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones. En esta cavidad contigua al Periférico, donde se percibe la vibración del tráfico citadino unos metros arriba, se conserva uno de los pocos vestigios de arquitectura mexica elaborada en adobe.

En estas salas se puede conocer la historia del lugar y de otros sitios arqueológicos de la ciudad a través de gráficas e infografías de fácil lectura que conviven con los restos de edificios prehispánicos. Al salir de estos lugares se recorren los vestigios arqueológicos entre prados verdes muy bien cuidados y uno que otro árbol de grata fronda.

Antes de la visita fuimos a almorzar a la Barbacoa de Santiago, que está en calzada de Las Águilas 1162. El jugoso trozo de suave carne lo sirven humeante en hoja de plátano; la sola vista hace agua la boca y de inmediato se tiene que preparar un delicioso taco bañado de cebollita picada, cilantro y salsa borracha. Los de buen diente también pidieron el consomé, quesadillas y huaraches, todo riquísimo.