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Música en Lozano-Hemmer
M

onterrey, NL. Es un hecho que el principal atractivo cultural de esta ciudad es el Marco, Museo de Arte Contemporáneo, que se caracteriza por una oferta continua y siempre interesante de exposiciones de variado origen, diversa intención y, de vez en cuando, un poco de polémica. Por estos días, las salas del Marco albergan, hasta el 26 de enero de 2020, la exposición Presencia inestable del artista Rafael Lozano-Hemmer (CDMX, 1967), que incluye algunas piezas de contenido musical específico que bien valen la pena de ser miradas y escuchadas.

Dos de esas piezas forman parte de la serie Sphere packing (2013), cada una de las cuales consiste en un conglomerado de pequeñas bocinas individuales en las que suenan, de manera simultánea, todas las obras creadas por algún compositor. Por lo pronto, Lozano-Hemmer ha dedicado piezas individuales de la serie a Hildegarda von Bingen, Beethoven, Stockhausen, Schubert, Nono, Mozart, Monteverdi, Mahler, Ligeti, Ives, Górecki y Cage.

A ellas se añaden las dos piezas presentes en el Marco, que son las dedicadas a Bach y a Wagner. Además del singular atractivo sonoro que representan estas piezas (un atractivo más orientado hacia lo conceptual que a la percepción musical placentera), hay un interés específicamente físico, plástico y tecnológico derivado de la abundancia relativa de la producción de los compositores involucrados. Así, la esfera dedicada a Wagner tiene solamente 113 canales de audio, mientras la dedicada a Bach (cuya apreciación supone, literalmente, una experiencia inmersiva, porque hay que entrar en la esfera) contiene mil 128 bocinas. El avasallador oleaje sonoro que surge en el interior de la esfera de Bach es de una potencia singular, y no me refiero a los decibeles, sino a su significado histórico y estético.

Más interesante aún, y profundamente inquietante, es la pieza de Lozano-Hemmer titulada Pan Anthem (2014). Sobre una larga pared negra están montadas en pulcras formaciones verticales diversas series de bocinas, igualmente negras. En la parte superior de la pared, una leyenda: ‘‘Tasa de homicidios por año, por cada 100 mil habitantes”. En la parte inferior, los trágicos números correspondientes. En el extremo izquierdo de la pieza, correspondiente a la menor tasa, una solitaria bocina dedicada a Singapur (tasa de 0.1 a 0.2). Enseguida, dos bocinas, para Japón e Islandia (0.2 a 0.3), y así sucesivamente. En cada sector estadístico están tantas bocinas como países tienen esa tasa de homicidios. Cuando el espectador se acerca a un sector, el mecanismo se activa y de cada bocina surge el himno nacional del país o países en cuestión, todos de manera simultánea. México ocupa el muy deshonroso escalón 14 de 18 (tasa de 17 a 23.1) en la igualmente deshonrosa compañía de Botsuana, Nigeria, Ruanda, Namibia, Guinea Ecuatorial, Dominica, República Dominicana, Guyana, Panamá y Santa Lucía. Y al final de la pieza, en su extremo derecho, los campeones absolutos: Venezuela (44.7 a 54) y Honduras (54.1 a 90.5). No me cabe duda que el espectador atento se preguntará, al recorrer la pieza, qué tasas de impunidad corresponden a esos macabros números y, de manera particular, hasta dónde la complicidad de los respectivos estados en esa carnicería imparable.

El recorrido integral de la pieza es una experiencia totalizadora de una gran potencia: mirar las cifras, leer los nombres de los países, escuchar la cacofonía de himnos, con la enorme carga de nacionalismos identitarios que ello representa, mueve necesariamente a la reflexión. La pieza Pan Anthem de Lozano-Hemmer tiene un complemento ciertamente inquietante: en una pared contigua están instaladas varias bocinas silentes, que corresponden a países que ya no existen o que todavía no son: Quebec, Cataluña, el País Vasco, Valonia, Checoslovaquia, Alemania Oriental, Córcega, la República Saharahui, Escocia, Gales. Esta pared contigua cumple cabalmente su cometido de redondear el sólido contexto político de la pieza. Si usted está en Monterrey o pasa por aquí, no deje de ver (y oír) Presencia inestable de Rafael Lozano-Hemmer. (Me pregunto: ¿qué opinión tendrá la sagaz y aguda crítica de arte Avelina Lesper sobre estas instalaciones?)