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Economía moral

Bien-ser-estar sustentable // Ideas de Ian Gough y de Agnes Heller

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a presencia de esa maravilla que se llama Greta Thunberg en el congreso de EU y en Naciones Unidas, y la fuerza de sus palabras y de las emociones con las que las expresa (rayo, trueno y rugido de una muy joven y profunda mujer, John Saxe-Fernández dixit) me ha hecho dudar (en estos días) si tiene sentido seguir escribiendo de algo que no sea cambio climático y, por tanto, si debo continuar con esta serie sobre bien-ser-estar (BSE). La salida me la dio haber conocido, justo en estos días, el libro de Ian Gough (IG), destacado economista político británico, presente varias veces en Economía Moral, Heat, Greed and Human Need. Climate Change, Capitalism and Sustainable Wellbeing, 2017 ( Calor, codicia y necesidad humana: Cambio climático y BSE sustentable). De lo que se puede y debe hablar es de BSE sustentable. IG dice (p. 3):

“La premisa esencial es que todos los individuos, en cualquier parte del mundo, en todo tiempo… tienen ciertas necesidades (N) básicas que deben ser satisfechas para evitar el daño, y para poder participar en la sociedad y reflexionar críticamente sobre su propia condición. Sólo si entendemos las N en términos universales aplicados a través de tiempo y lugar, podemos planear nuestros objetivos sociales y ambientales y medir nuestro progreso… Las N humanas (NH) son objetivas, plurales, insustituibles y saciables. Esto significa que las necesidades son transgeneracionales –un punto crucial pues el calentamiento global impondrá progresivamente dilemas de equidad intergeneracional. Podemos afirmar con plena confianza que las N básicas de las futuras generaciones serán las mismas que las de las generaciones actuales. Aún más, las NH, en contraste con las preferencias, tienen un fundamento ético sólido: conllevan demandas de justicia y equidad… Un importante corolario es que la satisfacción de N debe tener prioridad sobre la de apetencias… Las NH, presentes y futuras, prevalecen sobre las preferencias del consumidor presentes o futuras”.

La dualidad conceptual en la cual apoya IG su argumentación es la de N-apetencias o N-preferencias. En contraste, la joven Agnes Heller (AH), clasifica las NH en dos grupos: N existenciales (NE) y N propiamente humanas (NPH), y subdivide éstas en NPH alienadas (NPHA) y NPH no alienadas (NPHNA) (véase cuadro). Las primeras son ontológicamente primarias, pues están basadas en el instinto de autoconservación. Tales son: la N de alimentarse, la sexual, la de contacto social y de cooperación, y la N de actividad. AH da los siguientes ejemplos de NPHNA: el descanso superior al necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo, una actividad cultural, el juego en los adultos, la reflexión, la amistad, el amor, la realización de sí en la objetivación, la actividad moral. Es muy interesante la lista. Obsérvese que todos sus elementos son o bien actividades del sujeto o bien relaciones. Como he afirmado en Ampliar la mirada, (mi tesis doctoral, disponible en mi página web) a medida que nos movemos de las N de mayor prepotencia en la jerarquía de Maslow a las de menor jerarquía, el papel de satisfactores principales va pasando de los bienes y servicios a las relaciones y, después, a las actividades del sujeto; también los recursos centrales van pasando de los ingresos al tiempo y a las capacidades del sujeto. AH captó esto y lo refleja en su espléndida lista. Identifica como NPHA: las de dinero, poder y posesión (más y más bienes), que en el capitalismo toman la delantera a las restantes NPH en paralelo a la constricción de la clase obrera a la lucha por la satisfacción tan solo de las N existenciales. Mientras las N humanas no alienadas (NPHNA) se distinguen por su carácter cualitativo, las NPHA lo hacen por su carácter cuantitativo. El desarrollo de las NPHNA no se distingue por una acumulación de objetos útiles para su satisfacción, sino por la evolución de su multilateralidad, ‘riqueza’ en términos de Marx. AH no se percata que la razón del carácter cualitativo de estas N está ya implícita en la naturaleza de sus satisfactores centrales: relaciones y actividades. Lo que importa es la profundidad de las relaciones y la realización de sí en la consagración del individuo a las actividades que hacen posible tal realización. El carácter cuantitativo de las N alienadas se expresa en que son insaciables, y añade, lo cual es central para resolver la contradicción entre bien-ser-estar y cambio climático, que esta acumulación sólo puede ser interrumpida por el proceso de desarrollo de las N cualitativas (NPHNA), por su progresivo dominio.

De aquí deriva AH una lectura interesante del concepto de comunismo en Marx: como el proceso social que expande el dominio de las NPHNA sobre las existenciales y sobre las NPHA. El corolario, más fuerte que el de IG antes citado, es que sólo con esta estructura de N desaparece la oposición entre BSE y sustentabilidad planetaria. Al frenar la necesidad de poseer más y más bienes, todos podríamos ser seres con altos niveles de BSE, consumir poco, hacer mucho y sostener profundas relaciones humanas. Requeriríamos menos energía y emitiríamos menos gases de efecto invernadero. Por ello AH apunta a la vía de la revolución del modo de vida y sostiene que sólo los seres humanos que se organizan conscientemente en comunidades pueden llevar a cabo la formación de esa nueva estructura de N. En el capitalismo, muchas de las NPHNA son N radicales, N que surgen en el capitalismo pero que son de imposible satisfacción en él. Para una visión detallada del pensamiento de AH sobre necesidades, véase Julio Boltvinik, Agnes Heller y la concepción de las necesidades humanas, Acta Sociológica num. 76, mayo-agosto de 2018.

www.julioboltvinik.org