Opinión
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No sólo de pan

De informarse para decidir

V

oces científicas autorizadas de la Universidad Nacional Autónoma de México y sus colegas de otras partes del mundo, señalan la importancia del conocimiento edafológico para tomar decisiones sobre el menospreciado suelo. El presidente de la República sabe mucho sobre muchas cosas indispensables para desempeñar con justicia y éxito su encargo, pero no lo sabe todo y, desde luego, no conoce la importancia de los suelos en la vida toda de la humanidad pasada, presente y futura. Porque, para la mayoría, acaso él mismo incluido, los suelos tienen dos funciones: edificación urbana y productividad de elementos vegetales, sin ser conscientes de que ambas, como funciones del capital, son necesariamente competitivas en un mercado tan indiferente al valor de los suelos como atentas al precio de la vivienda y de los alimentos.

Avasallado mentalmente, un dirigente honesto y de buena fe, por el discurso de la productividad por hectárea, sean alimentos o materias primas de industrias necesarias, no repara en la falacia de este discurso cien por ciento neoliberal, del que quisiera desmarcarse. Sólo así se explica que siga el dogma de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y de sus emisarios, incluso de buena fe, pero equivocados sobre que el combate al hambre pasa por aumentar la productividad por hectárea con base en semillas mejoradas, fertilizantes y riego. Pues somos millones quienes sabemos que las semillas mejoradas, con sus indisolubles abonos químicos, han enfermado, si no es que asesinado los suelos (personas y animales), expulsando a los campesinos de tierras que ya no producen maíz ni nada sin fertilizantes y otros productos que en ocasiones cuestan tanto como sus cosechas.

Mientras el Presidente siga ignorando la verdad de la perversa fórmula: químicos + riego + semillas transformadas para iniciales súper rendimientos = súper ganancia, a la que se añade la eliminación de la competencia en el mercado de los variados productos de la agricultura autosustentable; y siga escuchando la voz que le sopla al oído: “¡Qué importa si se agota la vida en los suelos y bajan los rendimientos! Esto da margen a invertir en investigación para mejorar (¿?) abonos, sistemas de riego y semillas (por qué no transgénicas) con lo que se le da aire al capital y aplaudirá la clase beneficiada…”

Pero, si el Presidente escucha otras voces, como son los edafólogos (apenas 37 en el país) con las de otros científicos de probada seriedad y honestidad, para equilibrar su información, podría llevar a la 4T por el camino que él desea sinceramente. Porque su lucha es tan seria y decisiva para la historia de México, él, para cumplir con su compromiso, debe llevar más allá la curiosidad y la desconfianza que lo caracterizan.

Pensar de otro modo el campo y el empleo, pues, por el bien de todos primero están las personas que producen con amor los alimentos para todos. Es un llamado urgente.