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Francisco Icaza fue un artista errante, un viajero de sí mismo hacia sí mismo

Curadores de la muestra Me quiero ir al mar dieron una charla para aproximar al público a la obra del pintor

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▲ Sobre estas líneas, obra homónima de la muestra que se aloja en el Museo del Palacio de Bellas Artes.Foto cortesía del Inbal
 
Periódico La Jornada
Domingo 21 de julio de 2019, p. 2

Los especialistas Santiago Espinosa de los Monteros y Natalie Gama Pourdanay, curadores de Francisco Icaza: me quiero ir al mar, exposición de 145 obras montada en el Museo del Palacio de Bellas Artes, charlaron con el público con la finalidad de dotarlo de herramientas para aproximarse a la obra del pintor, poco difundida en los años recientes, en la que abundan los símbolos y códigos.

Icaza (1930-2014), relacionado con movimientos como Nueva Presencia y Los Interioristas, tuvo incidencia en el medio artístico aunque también una postura muy firme en tanto no dejarse llevar con la corriente. “Toda tu producción artística y los comentarios que hacía siempre tenían un punto crítico en contra del establishment, del Estado. Por medio de su obra buscó cómo podemos llegar a pensarnos a nosotros mismos como seres individuales. Esta situación y este momento en México fueron relevantes para constituir ese personaje que es Icaza”, expresó Gama Pourdanay.

Nueva voz de creadores

Para Espinosa de los Monteros, “la posición de Icaza, por lo general muy crítica, vista a los años fue muy necesaria porque se requieren balances, a veces, y contrapesos en las opiniones en algún tema, en ese caso de la política cultural. Junto con Felipe Ehrenberg, Arnold Belkin y muchos otros más, Icaza supo poner el dedo en la llaga, de los agujeros que había en esos años en la política cultural de México. Eso le llegó a muchas personas que no estaban de acuerdo con él, y lo hacían un poco a un lado, aunque nunca aflojó, nunca cejó ni cambió su manera de decir las cosas en aras de quedar bien con alguien. Fue fiel a lo que siempre pensó y lo defendió de manera vehemente.

Estaba en esa ebullición de creadores visuales que ponían el ojo y el acento en un Estado, en ese momento represor que no daba espacios a los artistas. Icaza siempre buscó un espacio para ser una nueva voz de los creadores que en ese momento eran un grupo de jóvenes de enorme importancia.

A lo largo de la charla los curadores presentaron fotografías, credenciales y documentos personales que daban cuenta del expositor antes de ser pintor. Las fotos, de la colección de Paulina Lavista, mostraban a Francisco y el escritor Salvador Elizondo de niños en la Alemania nazi, ya que sus padres eran diplomáticos en la embajada de México.

Nacido en El Salvador, Icaza creció en un ambiente lleno de diferentes influencias. Hablaba cinco idiomas, aunque “en algún momento de su vida dijo que confundía todos, sin embargo, el dibujo era la forma en que aprendió a contar las historias y expresarse. No le importaba que no le entendieran, era su propio lenguaje que producía y que había generado para comunicar y darse a entender.

Hablamos de una mente completamente saturada de imágenes, ideas, idiomas que proceden de otros países, de su familia y amistades, indicó Gama Pourdanay.

Espinosa de los Monteros acotó: “Icaza tuvo una vida muy de viajero, un poco errante no sólo de un país a otro, sino también como persona o creador visual. Un viajero de sí mismo hacia sí mismo.

Viajaba de un sitio a otro dentro de él mismo, por eso la exposición tiene el trasfondo muy claro del asunto de los viajes. Importaban los trayectos no los sitios a los que había que llegar, por eso el mar es uno de los principales soportes de esta idea de los viajes.

El curador instó al público a visitar el mural La farándula, pintado por Icaza en el demolido hotel Casino de la Selva, en Cuernavaca, Morelos.

Fue rescatado y durante muchos años estuvo guardado. Dedicado a Bertold Brecht a partir de La ópera de los tres centavos, es de los pocos murales en México con el tema del teatro.