Opinión
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Infancia y Sociedad

Escue-lastre

A

todos nos consta que en sus primeros años todos los niños son brillantes y geniales, hasta que llegan a la escuela primaria… Por su modo de mirar y de explorar; por su capacidad de asombro y su forma de preguntar y nombrar las cosas del mundo, podemos reconocer en ellos a poetas y filósofos naturales.

De mis años de maestra en jardines de niños públicos de México, conservo recuerdos extraordinarios. Un niño pequeño me preguntó alguna vez, por ejemplo, si sabía yo qué come el Sol. Otro me expresó así su amor: “…te quiero hasta... el sur de la noche”.

Como los científicos, los prescolares hacen hipótesis y las ponen a prueba repitiendo una y otra vez la misma acción; por ejemplo, construir una torre, tirarla y volverla a levantar varias veces observando cómo ocurre. Dibujan y sienten orgullo por sus creaciones sin importar si los adultos ven lo que quisieron expresar: si han dibujado un elefante, pues ahí está y ciego ha de ser quien no pueda verlo.

Pero este cuento no tiene final feliz: aparece de pronto la escuelastra con programas de conocimientos excesivos y predeterminados, tareas, exámenes y calificaciones agresivas para todos; entonces la inspiración de nuestros pequeños poetas se esfuma y su precoz originalidad de pensadores sufre un golpe mortal… Por eso tenemos el deber de reinventar la escuela (especialmente la primaria) y proteger de la estandarización y de excesos tecnológicos las mentes de nuestros niños. Entre los seis y los 12 años de edad el cerebro está en pleno desarrollo y hay que evitar agobiarlo con información. Mejor dejar que los alumnos piensen por sí mismos sobre temas de su auténtico interés y puedan fabricar preguntas y buscar respuestas con apoyo del maestro.

El arte, la música y la poesía no deben verse como adornos o complementos educativos, sino como ejes en la primaria; su papel es crear las bases cerebrales para aprendizajes como la lectura, la escritura y las matemáticas. Somos muchos los maestros convencidos de que por ese camino se llega a la verdadera calidad educativa. Esto que digo no es nuevo, pero por absurdas razones burocráticas no logra convertirse en realidad dentro de las aulas. Hay que liberar a los maestros del papeleo y otros distractores burocráticos para que tengan libertad y tiempo de ser creativos y lúdicos en su práctica pedagógica.