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Prevé la oit para 2030 daños por 80 millones de empleos perdidos

La productividad laboral, otra víctima del cambio climático
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▲ Vista de la isla Kivalina, donde esta primavera el hielo se derritió antes de lo previsto.Foto Ap
 
Periódico La Jornada
Martes 2 de julio de 2019, p. 31

Ginebra. Con el cambio climático, el aumento del estrés térmico en la agricultura y otros sectores industriales conllevará previsiblemente una pérdida de la productividad equivalente a 80 millones de empleos para 2030, advirtió ayer la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

En un nuevo informe, la OIT considera que para entonces, 2.2 por ciento del total de las horas trabajadas en el mundo podrían perderse a causa de las altas temperaturas, según proyecciones basadas en un alza de la temperatura mundial de 1.5 °C, para final de siglo.

El impacto será mayor en el sur de Asia y en África del Oeste, casi 5 por ciento de las horas trabajadas podrían perderse para 2030, subrayan los autores del informe Trabajar en un planeta más caliente: el impacto del estrés térmico en la productividad laboral y en el trabajo decente (en https://urlzs.com/9F2s8).

En total, las pérdidas económicas representarían unos 2 mil 400 millones de dólares a escala mundial.

A grandes rasgos, es el equivalente a la economía de Reino Unido, declaró Catherine Saget, coautora del informe, ante la prensa.

El estrés térmico supone un calor superior al que el cuerpo puede tolerar sin sufrir daños sicológicos, indica la OIT. Agrega que suele producirse cuando las temperaturas superan 35 °C con una fuerte humedad.

El impacto del estrés térmico en la productividad laboral es una consecuencia grave del cambio climático, afirmó Saget. Podemos esperar un aumento de las desigualdades entre países con altos ingresos y países con pocos ingresos, y que las condiciones laborales se degraden para los más vulnerables, así como los desplazamientos de la población, advirtió.

Los obreros agrícolas, especialmente las mujeres, que constituyen la mayor parte de los 940 millones de trabajadores en el sector, serán los más afectados, precisó la OIT, lo que representa cerca de 60 por ciento de las horas de trabajo perdidas debido al estrés por calor en 2030.

Si las temperaturas globales aumentan según lo previsto, la industria de la construcción representará casi 19 por ciento de las horas de trabajo perdidas.

Otros sectores que corren riesgo son los bienes y servicios ambientales, la recolección de desechos, los servicios de emergencia, las labores de reparación, el transporte, turismo, deportes y otras industrias.

El impacto de esto también será distribuido de manera desigual en todo el mundo.

En 2015, los países que firmaron el Acuerdo de París fijaron el objetivo de limitar el aumento de las temperaturas medidas a muy por debajo de 2 °C por encima de los tiempos preindustriales, mientras persisten los esfuerzos para limitar el aumento de las temperaturas a 1.5 °C.

Las temperaturas ya han aumentado casi un grado centígrado desde los tiempos preindustriales.

Nicolas Maitre, economista en la OIT, explicó que Europa tampoco se librará del impacto del cambio climático en este sentido.

Cabe esperar más periodos [de calor] como los que hemos tenido últimamente, cada vez más frecuentes e intensos, dijo a los periodistas.

La Organización Meteorológica Mundial indicó la semana pasada que 2019 iba a estar entre los años más calurosos de los que se tenga registro, lo que haría de 2015-19 el lustro más caluroso.

Europa ha estado atrapada por las olas de calor que baten récords, con incendios forestales en Francia y España durante el fin de semana, y temperaturas abrasadoras en todo el continente, que han causado la muerte de al menos siete personas.

Para evitar el riesgo de estrés térmico, la OIT anima a la creación de infraestructuras adecuadas y de mejores sistemas de alerta precoz durante las canículas.

La Antárida se derrite

Un estudio estadunidense publicado ayer cuantificó la vertiginosa velocidad de la reducción de la capa de hielo en la Antártida desde 2014, año que marcó un punto de inflexión para ese continente.

Los científicos ya sabían que la Antártida se derretía cada vez más rápido, como el hielo del Ártico, debido al agua cada vez más copiosa de los glaciares, que también se funden aceleradamente.

Pero durante décadas, observaron un fenómeno tranquilizador e intrigante: la superficie de la banquisa, la gruesa capa de hielo que flota en el océano, crecía.

La climatóloga Claire Parkinson, del Centro Espacial Goddard de la NASA, cerca de Washington, ha reconstruido la historia más precisa de esta banquisa de la Antártida entre 1979 y 2018, analizando datos de cinco satélites sucesivos de la NASA y el Pentágono, que no observan los volúmenes sino sólo la extensión.

Parkinson publicó estos datos de referencia en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

La capa de hielo se derretía en verano (enero-marzo) y se recuperaba en invierno (julio-septiembre). Pero con el tiempo tendió a crecer en todas las estaciones.

Algo misterioso sucedió después de 2014. Desde entonces cada año hay menos banquisa. En sólo tres años, la Antártida ha perdido tanto hielo como el Ártico en todo el periodo, dijo Parkinson.

En 2014, la capa de hielo antártica estaba en su máximo jamás registrado para estos datos. En 2017 tocó un mínimo. La pérdida asciende a 2 millones de kilómetros cuadrados.

La tendencia aparentemente continúa en 2019, agregó.

Mar de Bering, un horno

El hielo marino del norte de Alaska desapareció mucho antes de lo habitual esta primavera, lo que causó alarma entre los residentes que dependen de la vida silvestre y peces, reportó el Anchorage Daily News.

El hielo se derritió por las temperaturas más cálidas del océano, añadió.

El deshielo anticipado ha sido una locura, expresó Janet Mitchell de la localidad Kivalina. Los cazadores de su familia viajaron a principios de junio más de 80 kilómetros en barco para encontrar focas barbudas en el mar congelado. En el pasado, se podía cazar esas focas justo en las afueras del poblado, pero el hielo marino ha retrocedido hacia el norte.

Rick Thoman, climatólogo del Centro de Evaluación y Política Climática de la Universidad de Alaska en Fairbanks, publicó en las redes sociales la semana pasada que el mar de Bering, en el norte, y el de Chukchi, en el sur, son como un horno.

Las temperaturas de la superficie del océano registraron la semana pasada hasta 5 °C, por encima del promedio de 1981 a 2010, comentó.