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Desde el otro lado

México, una distracción necesaria

L

a población indocumentada que vive en Estados Unidos creció de 3.5 millones en 1990 a 12.2 millones en 2007. A partir de entonces, ha declinado hasta llegar 10.5 millones, en 2017. Es información de un estudio realizado por la organización independiente PEW, con datos de la oficina del censo de ese país. En él se estima que en 2007, de ese total, 6.7 millones –57 por ciento– eran mexicanos. Para 2017 los connacionales bajaron a 4.9 millones, equivalente a 47 por ciento. También se estima que del total de la población indocumentada la que proviene de Asia y de Centroamérica, particularmente de Guatemala, Honduras y El Salvador, es la que ha crecido.

El estudio puede tener varias lecturas, según quién y cómo las interprete. Pero, en términos generales, se advierte que en la disminución de la migración se combinan varios factores, entre ellos, las autoridades migratorias, en especial la patrulla fronteriza, que ha encontrado la forma para detener a un mayor número de personas que intentan cruzar sin documentos; los peligros cada vez mayores que la travesía involucra; los empleos en que solían trabajar los indocumentados, en particular en el campo, se han reducido.

La lectura que, para efectos prácticos, pudiera ser más relevante es la que hace el presidente de Estados Unidos y que utiliza para agredir a los mexicanos, así como al gobierno de México cuando la ocasión lo amerita. A partir de los resultados, a Trump le será más difícil culparlos de usurpar los empleos de los trabajadores estadunidenses, aparte de que eso siempre haya sido falso. Por ello, tendrá que sacar nuevos pretextos para distraer la atención de sus problemas reales, como las investigaciones sobre su posible colusión con los rusos en las elecciones de 2016 y sus intentos de obstruir las investigaciones. Fue, ni más ni menos, su coartada cuando se sacó de la manga la idea de incrementar los aranceles a los productos mexicanos para castigar a México por no detener el paso de centroamericanos en su camino a Estados Unidos.

Trump usará a los mexicanos tantas veces como le sea necesario como recurso de distracción, y en última instancia, para relegirse. El reto para el gobierno mexicano será cómo y cuándo responder, sin poner en riesgo la intensa relación entre mexicanos y estadunidenses, al margen de las siniestras intenciones del huésped de la Casa Blanca.