Opinión
Ver día anteriorViernes 14 de junio de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Norberto...
L

a muerte de Norberto llenó de duelo a sus familiares y amigos y a los que tuvimos noticia de tan lamentable desaparición. Una parte de mí se muere con Norberto al caracterizarme como individuo por la responsabilidad que tengo sobre él. Muerte que me afecta en mi propia identidad como responsable. El morir como morir del otro afecta mi identidad. En términos de Levinas afecta mi identidad como Yo, tiene sentido en su ruptura del mismo, su ruptura de mi Yo, su ruptura del Mismo en mi Yo.

Con lo cual mi relación con la muerte de los otros no es ni únicamente conocimiento de segunda mano ni experiencia privilegiada de la muerte.

La muerte de Norberto es parte de mi propia muerte. El otro que muere es parte mía, aunque no lo conocí personalmente, algo de él muere en mí y algo de mí muere con la muerte de Norberto.

Una muerte generadora aunada a la violencia que vivimos de desconfianza producto del abandono que hace interminable cada punto, cada coma, cada pausa, cada palabra, que pueden ser llevados hasta el infinito.

Desconfianza en los límites del encuadre (tiempo, lugar, personas, formas de expresión, respeto mutuo), que a su vez se tornan ilimitados.

Desconfianza en el orden para plantearse los temas. Reflejo de experiencias que queda abolida la conciencia, abierta a lo inimaginable, con severos matices persecutorios y querulantes y que de algún modo proscribe las palabras que corresponderían a su dominio. Una desconfianza que pone de manifiesto un abismo construido de desconfianzas. Desconfianza que habla de ‘‘algo” inaprehensible, de una ruptura que surge del interior mismo de las palabras, de las palabras mismas; fisuras en las palabras por donde se escapa el sentido transformando lo real en expresiva mudez, donde las palabras existen independientemente de lo que expresan, desligadas de su contenido, disociadas y escindidas de su significado.

La ‘‘desconfianza” revelada en los –silencios, inasistencias– es el sello característico de la impotencia (omnipotencia) recíproca frente a un doble discurso sin legitimidad racional alguna.

Se incuba allí la desconfianza que impide reconocer que el lenguaje cubre la angustia y el miedo a lo incognoscible… El poder de lo que ésta en juego excede al poder de lo que se dice… Cada palabra tirando de otra, creando una base de significación que la desplaza. Y las palabras sugiriendo, puntuando, haciendo sospechar… ¿Y Norberto?

‘‘Toda palabra llama a otra palabra
Toda palabra es imán verbal
un polo de atracción variable
que inaugura siempre nuevas constelaciones
Una palabra es todo el lenguaje
pero este también fundación
de todas las transgresiones del lenguaje
la base donde se afirma un antilenguaje
Una palabra es todavía el hombre
Dos palabras son ya un abismo
Una palabra puede abrir una puerta
dos palabras la cierran.”

(Poesía vertical, Monte Ávila Editores, Caracas, 1976.)