Opinión
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Ruta sonora

La mafia del poder del rock y sus festivales desgastantes

L

a historia es de quien la cuenta y en el caso de las mujeres haciendo rock en México, así como de muchas bandas no fichadas por las contadas casas de representación que tienen apañada la mayoría de los festivales, la frase tristemente aplica, pues el puñado de artistas que se va conociendo a nivel masivo hoy día, es una pálida sombra de la realidad. A diferencia de hace una década, en que hubo una sana explosión de bandas nuevas, hoy día el panorama del rock nacional está regido por lo que se visibiliza artificialmente, y no por lo que va siendo empujado por el público de forma espontánea en los tinglados no mediáticos y en redes.

El pasado jueves 23, en el Primer Encuentro Iberoamericano de Mujeres en la Industria Musical, dentro del panel Panorama Actual de las Mujeres en el Periodismo Musical, en el cual participó quien escribe (además de Natalia Deleito, Niza Sopeña, Almendra Hernández y Óscar Sarquiz), entre otros temas se concluyó que si bien hay bastante talento femenino en la industria local (músicas, productoras, ingenieras de audio, managers, periodistas), el que públicamente se tenga la impresión de que no existen, radica en que no son visibilizadas por medios y curadores de charlas y festivales. Pareciera simple, pero no lo es, pues se trata de una cadena: si en medios no se les publicita, si no se les incluye en festivales, pocos sabrán de ellas y poco las pedirá el público. Tristemente, muchas veces tal exclusión no es hecha con dolo, sino que es parte del patriarcado e inercia ancestrales. Por ello es preciso que comunicadores y promotores hagan un esfuerzo por buscar y exhibir ese talento femenino, pues por ahí se empieza. Y si bien cada vez más voluntades dan voz a las mujeres, como este Encuentro, aún hay mucho por hacer.

De forma similar, el monopolio Ocesa practica la invisibilización de todo lo que no sea sus artistas, aunque esto sí es con cierta alevosía. Actualmente, por ejemplo, está auspiciando festivales al interior de la República (más allá de festivales como el Pa’l Norte en Monterrey o Coordenada en Guadalajara), lo cual parecería loable si no fuera porque sus carteles asoman de forma impúdica sus intereses facciosos. Ejemplos: el Pulso en Querétaro: https://bit.ly/2QCUxPx, el Tecate Sonoro en Hermosillo https://bit.ly/30VDfBZ o el Comuna en Puebla, recién anunciado (octubre https://bit.ly/2XhWCTB) los cuales incluyen bandas respetables, pero pareciera que no hubiera otras, pues se repiten en diferentes encuentros foráneos, casi cada mes: Caifanes, Maldita Vecindad, Rock en tu Idioma Sinfónico, Cuca, El Gran Silencio, Little Jesus, Odisseo, Bengala, Ximena Sariñana, Kinky, IMS, Camilo Séptimo, etcétera. Como todo monopolio poseedor del mayor capital, con esos festivales coloniza entidades preponderando su roster (listado de artistas que manejan), sin incluir a artistas locales, lo cual, con sus amplios recursos publicitarios, ayudaría a desarrollar artistas en cada ciudad, pero obvio no poseen tal interés cultural.

Dicha segregación festivalera se empezó a acentuar hace unos cinco años. Y lo que finalmente hacen esos carteles es amedrentar a los músicos recientes y envía un mensaje de escena impenetrable; de acceso nulo a escenarios donde muchos podrían conocerles, salvo que se pertenezca a tal mafia del poder del rock, la cual impone artistas de forma vertical, en vez de incluir músicos que vayan ganado popularidad entre la gente (algunos sí entran, pero son los menos).

Dichas conductas (pasa también con Vive Latino) bloquean a los artistas que van creciendo, para evitar que opaquen a sus representados. Esto erosiona la escena; los festivales no se renuevan, dejan de ser movimientos sociales en los cuales el público forme parte de la evolución de los artistas, para ser un mero escaparate de venta. Los músicos excluidos, aunque su trabajo sea de calidad, se desaniman, pues el público ya no va a conciertos pequeños, y tocar en festivales se vuelve inalcanzable, como lo es competir con medios propios contra el súper aparataje patrocinado por grandes marcas.

La voz popular tiene la falsa idea de que varias bandas recientes están ahí porque se lo ganaron, pero son verdades a medias, pues en realidad pasa como con las disqueras que mediante payola colocan hits: aparecen tanto en todos lados, que acaban gustando y haciendo creer que no existe otra cosa. Por ende, la credibilidad del público también se ve mermada, pues se le va cortando el entusiasmo por ver bandas connacionales.

Lo que queda es seguir visibilizando como comunicadores, promotores, foros y managers, a las mujeres talentosas y a los músicos de calidad que pican piedra todos los días. Si bien hay festivales independientes que incluyen talento local (Nrmal, Ceremonia, Hipnosis, Marvin), queda mucho trabajo pendiente, en orden de contrarrestar la imposición aplastante de tales festivales desgastantes (conciertos: www.patipenaloza.blogspot.mx).

Twitter: patipenaloza