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Joaquín Rocha lamenta falta de pagos

Una presea olímpica, el mejor regalo que hice a mi padre y al país
 
Periódico La Jornada
Viernes 31 de mayo de 2019, p. a16

El Yaqui Rocha debutó en la lucha libre a los 19 años en 1934. El personaje fue improvisado, no tenía el equipo básico ni dinero para comprarlo. La solución fue el ingenio de la precariedad; se envolvió en un sarape, se colocó una pluma y subió descalzo al cuadrilátero. Sin otro recurso decidió que esa indumentaria sería la de un indio yaqui y así empezó una carrera en el pancracio. Fue apaleado esa noche por Stephen Berne, el Cabeza de piedra alemán, pero nada lo detuvo, porque desde entonces ya tenía nombre de guerra y eso representaba todo.

El Yaqui ganó pronto simpatía con el público de las arenas. Era intrépido, con aspecto fiero y atlético, pero con habilidad para comunicarse con la gente. Eso le abrió las puertas del cine –de doble– y del teatro –de actor–. Un carisma genuino lo precedía. En una obra de la década de los años 50 se requería la participación de un luchador; el Yaqui, con una voz con demasiada presencia y claridad, ganó sin problema el papel que representó durante un año en el teatro de Los Insurgentes.

Incluso fue uno de los pioneros de la lucha libre en viajar a Japón, donde además del pancracio, participó como luchador de sumo –a pesar de que sólo pesaba 130 kilos– y fue también entrenador de la policía en aquel país.

Joaquín Rocha, medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de México 1968 como boxeador de peso completo, habla de su padre como un niño de su héroe de historietas. Algo de fantasía y realidad entremezcladas en las emociones. Pero si de algo está convencido es que la pasión por el deporte y la aventura lo marcó profundamente para elegir el pugilismo. Porque aquella disciplina con la que entró a la memoria de la cultura popular y deportiva de un país, fue casi una ocurrencia. No había pesos completos para representar a México en los Juegos Olímpicos y movido un poco por su hábito atlético y otro por la herencia temeraria de su padre, con sólo año y medio de entrenamiento consiguió ganar la única presea que el país tiene a la fecha en la división mayor.

Ese es el origen del peleador de quien nadie creía que pudiera destacar en aquellos Juegos Olímpicos y que terminó en las primeras planas de los diarios. Al evocar lo que aprendió de su padre aún se estremece.

“Cuando era niño el Yaqui Rocha apareció en una estampa de un álbum de luchadores”, recuerda el medallista hoy con 75 años; como la compañía que lo sacó al mercado le dio muchas cajas de estampas a mi papá, yo las vendía en la escuela. Les decía que era su hijo y nadie me creía, hasta que un día llegó y todos se quedaron con la boca abierta. Yo me sentía como un pavo real.

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▲ El ex boxeador solicita a las autoridades el pago de las pensiones vitalicias para los medallistas olímpicos.Foto José Antonio López

Cuando Joaquín habla de su mayor satisfacción en la vida, lo hace en dos sentidos. Ambos provienen de aquella experiencia que le cambió la vida: subir al podio olímpico.

“Así como yo me sentí un pavo-rreal cuando el Yaqui fue por mí a la escuela”, compara; mi padre tuvo su mayor regalo al ver a su hijo como medallista olímpico. Eso es lo mejor que pude darle como hijo. El otro orgullo es haberle dado una medalla a mi país.

Rocha lleva consigo esa medalla cuando lo invitan a algún acto. La muestra en la palma de su gran mano. Permite que los otros la admiren. No es simple presunción, sino un vestigio de su vida completa, un pedazo significativo de su biografía. Por eso a veces le cuesta entender el maltrato que sufren quienes durante años dedicaron su tiempo para dar la cara por un país en la máxima competencia deportiva.

Hace meses, cuenta, los medallistas olímpicos no reciben el pago del reconocimiento vitalicio que por ley se les asigna. Un ingreso que para quienes ya son adultos mayores representa el principal ingreso para cubrir sus gastos.

Si es por ley este pago, no sé por qué no lo tienen asegurado para no hacernos esto, lamenta Rocha; uno tiene comprometido ese ingreso, la mayoría somos personas mayores, así que el retraso de ese dinero afecta nuestra economía diaria.

Rocha mira su medalla y dice con desencanto que deberían entender que lo que ganaron lo hicieron por el orgullo que sienten por su país.

Hasta el momento no hay una respuesta oficial de las autoridades deportivas mexicanas para saber cuándo recibirán los pagos que les corresponden por ley.

El presidente de los medallistas, Daniel Aceves –ganador de plata en lucha greco-romana en Los Ángeles 1984–, afirma que han enviado tres cartas, pero aún no reciben respuesta de cuándo volverán a recibir ese pago.

Los 170 medallistas vivos reciben un pago de acuerdo al metal que obtuvieron en Juegos Olímpicos. En el caso de quienes ganaron más de una medalla reciben el monto más alto, pues no es acumulable. El oro percibe 13 mil pesos al mes; plata, 11 mil 500 y bronce 10 mil.