Bakú. Azerbaiyán. Chelsea y Arsenal, en un clásico londinense, disputan este miércoles en el Estadio Olímpico la final de la Liga de Europa, sin un claro favorito.

Antes del choque entre Liverpool y Tottenham en Liga de Campeones, el sábado en Madrid, la conquista inglesa de Europa comienza de este modo a casi 4 mil kilómetros del Big Ben.

Por un lado, los Blues sueñan con ofrecer un último título a su estrella belga Eden Hazard, quien puede irse al Real Madrid, después de siete fructíferos años.

En el otro, los Gunners que, para recuperar el brillo perdido, deben ganar para clasificar a la próxima Champions, tras ser sólo quintos en la Premier. Al frente de ellos está el entrenador español Unai Emery, experto en ganar la competición, que logró tres veces con el Sevilla.

Debemos luchar. Ellos han terminado delante de nosotros este año y el pasado. Nuestra ambición es reducir la distancia con ellos en todas las competiciones. Esta final constituye nuestra primera posibilidad, aseguró Emery.

El técnico vasco ha encontrado su varita mágica en la Liga de Europa, transformando al dúo Pierre Emerick Aubameyang-Alexandre Lacazette en un monstruo de dos cabezas de gran eficacia. Los dos delanteros han marcado los ocho goles recientes de su equipo.

“Para nosotros el primer objetivo es este título, después es lograr una plaza en la Champions”, precisó Emery en conferencia de prensa.

Al juego de contragolpe de los Gunners, Maurizio Sarri opone una defensa sólida, la tercera menos goleada de Inglaterra, y el máximo goleador de la competición, el francés Olivier Giroud (10 tantos).

El entrenador italiano del Chelsea dispone de uno de los mejores jugadores del mundo en este momento, el belga Eden Hazard, que realizó su mejor temporada con 16 goles y 15 asistencias en la Premier y que sueña con ganar una segunda Liga de Europa, tras la lograda en 2013, antes de irse probablemente al Real Madrid.

Pero Sarri, de 60 años, colérico abandonó la víspera la cancha de entrenamiento tras un altercado entre el argentino Gonzalo Higuaín y el brasileño David Luiz. El técnico lanzó con violencia su gorra azul pateándola después.