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72 Festival de Cannes
Las de relleno
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▲ Jennifer Flavin y Sistine Rose, esposa e hija de Sylvester Stallone, en ese orden, llegan al homenaje que el festival francés rindió al actor.Foto Afp
C

annes. Finalmente llegó el último día de la competencia y esta vez nos endilgaron material de relleno, películas pequeñas que hubieran deslucido mucho en el primer tramo del festival. La primera fue una nadería francesa llamada Sybil, dirigida por Justine Triet, la cuarta y última directora que compite. Su personaje epónimo es una sicoanalista (Virginia Efira) que empieza a despedirse de sus pacientes porque quiere dedicarse a la literatura. Sin embargo, conserva a una nueva, la actriz Margot (Adèle Exarchopoulos), quien desea abortar un embarazo de su amante Igor (Gaspard Ulliel) en pleno rodaje de una película, porque aquél es el esposo de la directora (Sandra Hüller).

Sin querer, Sybil se enfrasca en la filmación pues Margot sólo acepta obedecer instrucciones si la sicoanalista las expresa. Además, la doctora tiene otros problemas como ser alcohólica y guardar una fijación con un ex galán (Niels Schneider), padre de su pequeña hija. La película es más afortunada cuando intenta un tono de comedia, bien aprovechado por Hüller (la actriz alemana que se dio a conocer en este mismo festival con Toni Erdmann en 2016). Pero se vuelve cargante cuando el asunto se pone melodramático. Sorprende además que Triet ofrezca una imagen tan dudosa de sus personajes femeninos, en tanto que parecen incapaces de escapar de la influencia masculina.

Se esperaba más de la otra concursante, This Must Be Heaven (Esto debe ser el paraíso), cuarto largometraje del palestino Elia Suleiman, coproducido por Francia, Qatar, Alemania, Canadá, Turquía y Palestina. La narrativa está basada en viñetas de la vida del propio Suleiman en Nazaret y sus viajes por París y Nueva York en busca de financiamiento.

Algunas de ellas son graciosas de un modo minimalista, otras son non sequiturs turísticos (las de París, sobre todo) y otras más son comentarios políticos llenos de ironía (en la parte neoyorquina). Entre los más afortunados está la visión de los gringos como ciudadanos que van por la calle cargando armas de alto poder. Por ahí incluso aparece Gael García Bernal, como él mismo, hablando por teléfono en la oficina de una productora sobre un proyecto de hacer una película sobre la Conquista de México en inglés.

A todo eso, Suleiman es una presencia curiosa, pues no pronuncia más que dos frases en toda la película y permanece inexpresivo como única reacción a lo que ocurre ante sus ojos. A fin de cuentas, el material es prácticamente evanescente y This Must Be Heaven queda como un pie de página en la bitácora del festival.

Mientras tanto la prensa se ha puesto a especular, como siempre, sobre quién se llevará la Palma de Oro y otros premios. Deporte de sobrada futilidad, pues los jurados suelen ser impredecibles en sus decisiones. Las apuestas están por Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar, no sólo porque es la favorita de la crítica, sino porque el manchego nunca ha ganado la grande en Cannes. Otra favorita –no mía– ha sido la francesa Portrait de la jeune fille en feu, de Celine Sciamma, que se rumora también gustó mucho al jurado. Hay quienes apuestan por Tarantino (yo no, desde luego) y otros por Malick… o Loach, por razones sentimentales. Mañana sabremos a ciencia cierta si por lo menos Alejandro González Iñárritu, Alice Rohrwacher, Kelly Reichardt, Pawel Pawlikowski, Robin Campillo y Yorgos Lanthimos son realizadores tan sensatos como talentosos.

Twitter: @walyder