Opinión
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Apuntes postsoviéticos

Rebelión

E

n ámbitos muy distintos entre sí, en días recientes surgieron en Rusia los primeros brotes de una asombrosa rebelión pacífica, aún incipiente pero significativa de cara al futuro, en respuesta a las decisiones arbitrarias de los poderosos.

El primero tuvo lugar en Yekaterimburgo, donde los habitantes de esa ciudad de los Urales salieron a la calle para protestar contra la construcción de un templo de la Iglesia Ortodoxa que las autoridades quieren levantar en un céntrico jardín, con dinero del presupuesto y una parte donada por un magnate que se enriqueció a costa de sus compatriotas y presume de patriotismo, aunque tiene pasaporte británico y con frecuencia viaja en avión privado a Londres para disfrutar, desde su palacete en la capital de Inglaterra, el modo de vida que fustiga su Iglesia.

Ni la policía ni grupos de golpeadores a sueldo que aparecieron con bandera de creyentes ortodoxos pudieron con la gente que, en vez de dispersarse, con cada embate vio crecer sus filas hasta que el presidente Vladimir Putin se vio obligado a intervenir y dispuso someter a consulta popular la construcción del templo. El gobernador de la región prometió que, si gana el sí, se buscará un nuevo sitio y el jardín seguirá siendo un punto de referencia de la ciudad.

El segundo brote sucedió cuando el dueño del periódico Kommersant, el magnate Alisher Usmanov, ordenó despedir a dos periodistas que se negaron a rebelar las fuentes de una nota que anunciaba la inminente destitución de la presidenta del Senado, Valentina Matviyenko, que nada gustó a la funcionaria. Lo que antes hubiera pasado inadvertido, como una incuestionable prerrogativa del propietario, esta vez provocó un efecto bumerán y el periódico se quedó sin nadie (salvo el que cubre la fuente de presidencia) que escriba de política.

En solidaridad con sus compañeros despedidos, renunciaron el subdirector a cargo de la sección, la jefa de la misma y todos los reporteros, redactores y editores de política, al tiempo que 112 periodistas de otras secciones publicaron un carta abierta en la que defienden el derecho a no rebelar las fuentes y se comprometen a no escribir ni una línea sobre política. Mientras el diario contrata con urgencia periodistas entre el ejército de desempleados, el magnate pide paciencia a los anunciantes.