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Desde el otro lado

Nuevas ocurrencias sobre migración

L

a nueva ocurrencia de Donald Trump sobre política migratoria es exigir algunos requisitos extras a quienes solicitan una visa para y residir en Estados Unidos. Además de tener conocimientos de inglés, contestar un examen en el que se demuestre haber leído discursos y documentos de George Washington y Thomas Jefferson, y estar dispuestos a asimilarse al patriotismo estadunidense, según su particular concepción de nacionalismo. La intención del presidente es promover una corriente de migrantes que se incorporen a un mercado de trabajo en el que se requiere conocimientos técnicos más sofisticados, y compromiso con los valores de esa nación.

Cada año ese gobierno otorga un millón de tarjetas para residir permanentemente, 140 mil para trabajadores y el resto para reunificación familiar, refugiados de diferentes categorías, y mediante sorteo. ( Washington Post 15/5/19) El plan de la Casa Blanca es que la mitad de las visas sean otorgadas con base en un sistema de puntos en el que los conocimientos, el nivel de educación y el inglés tengan un mayor puntaje.

En el diseño de ésta y otras políticas hay dos posiciones antagónicas. Hay quienes se inclinan por una política más moderada y menos astringente en contra de los migrantes, y quienes apuestan a preservar el apoyo de los que aplauden el agresivo e intolerante discurso presidencial en contra de los extranjeros y sus familias. Cualquiera que sea el plan que emerja entre los colaboradores más cercanos de Trump, no parece estar destinada, por el momento, a una propuesta de ley migratoria, sino más bien a establecer una serie de lineamientos dirigida a las agencias responsables de la política migratoria.

El mandatario y sus colaboradores parecen estar en sintonía con el creciente número de regímenes de ultraderecha que rechazan la llegada de personas de otros países con base en prejuicios raciales de algunos segmentos de su población. No quieren entender que son las precarias condiciones políticas, sociales, económicas y de seguridad las que obligan a millones a abandonar sus países. Entre las posibles soluciones está el apoyo a las naciones expulsoras de población. En este sentido el plan esbozado por el propio Estados Unidos, en concierto con México y otras naciones latinoamericanas, parecía ser un buen principio, hasta que el propio Trump lo canceló.