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La videoinstalación Actos de Dios, que representa a México en la Bienal de Venecia, desafía al dogma cristiano, define su autor
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Miércoles 15 de mayo de 2019, p. 4

Venecia. Actos de Dios (2019) es el nombre del video de Pablo Vargas Lugo (Ciudad de México, 1968) que representa el pabellón de México en la 58 Bienal de Venecia, con curaduría y producción de Magalí Arriola. El título es un término jurídico anglosajón referido al incumplimiento de un contrato por caso fortuito, como los desastres naturales.

Vargas Lugo si no desafía a la naturaleza lo hace con el dogma cristiano, sirviéndose de las herramientas del cine y de la herencia posmoderna para desleerlo con humor e ironía.

La pieza es una instalación con dos pantallas que representan momentos relevantes de la vida de Cristo proyectadas diacrónicamente, rompiendo con la narración lineal. Fue filmada en Cuatro Ciénegas, Coahuila, representada por actores como Gabino Rodríguez y Luisa Pardo (del colectivo Lagartijas Tiradas al Sol) en los papeles estelares. El video, con la dirección fotográfica de Rafael Ortega, es mudo; se escuchan sólo murmullos.

Vargas Lugo, a diferencia de las dos principales corrientes del arte de su generación (neoconceptual y de denuncia), ha realizado una producción más personal y de difícil clasificación, a mitad entre ‘‘el humor, la trascendencia y la incertidumbre”, según afirma en entrevista para La Jornada.

‘‘Aunque he trabajado con la imagen en movimiento, es la primera vez que hago cine. He mantenido la discontinuidad que caracteriza mi obra, interesándome por la analogía entre la profecía, el proceso como se iban cumpliendo los escritos proféticos y su cristalización en un canon, de donde ha salido mi propia elaboración.’’

Creencias y cotidianidad

‘‘La filmación –inspirada en La vida de Brian, de Monty Python y la película El Evangelio según San Mateo, de Pasolini– consiste en escenas aisladas, discontinuas. Fue el proceso de edición que creó una historia distinta. Le fuimos poniendo obstáculos al cumplimiento de esa profecía. Las cuestiones revolucionarias, nunca son lo que debían ser en origen’’, explica Vargas Lugo.

‘‘Este proceso es comparable a la conceptualización, edición y filmación de la película. Los personajes se están preguntando su papel ante Dios y la creación, cuando existe por sí misma. Me importa entender la manera en que las profecías se consumaron y si estamos recontándonos la historia para justificar que no sucedió lo que tenía que suceder, como sucede con cualquier proceso político o histórico.

‘‘No estoy haciendo un alegato contra la religión. A pesar de que soy ateo, me interesa observar el pensamiento religioso y las motivaciones que encarnan las creencias en nuestra vida cotidiana y como determinan valores y estructuras sociales.

‘‘Mi interés está en la argumentación contra la religión en términos de identidad, lo cual es más profundo”, concluye.

¿Que pasaría –como se pregunta en el catálogo Pablo Soler Frost, quien colaboró en la realización del script– si Jesucristo no hubiese resucitado?”

¿Y si lo viéramos como una figura histórica? Es decir, como ‘‘un anarquista, un socialista, un comunista, un revolucionario sexual, un abogado de los derechos de las mujeres?” Fue San Pablo, concluye Soler, ‘‘ese imaginador de Cristo, quien ciñó su persona y su figura a sus propias concepciones que la gente adora o sigue más la imagen paulina que a la persona real”.

La película está caracterizada por la limpieza formal, la claridad y un magnífico paisaje con una fuerte personalidad. La música (Juan Cristóbal Cerrillo y Ramón del Buey) y los sonidos (del agua, del llanto, del tintineo de las monedas, etcétera) dotan de poesía a la obra.

La complejidad del concepto, sin embargo, no logra transmitirse con la misma claridad en el video, siendo los ‘‘defectos” muy sutiles, en especial pensándose para público multicultural y a la visita frenética que demanda la Bienal de Venecia.