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Los puntos sobre las íes

Recuerdos // Empresarios (CIII)

F

ue uno de aquellos niños…

¿Dónde estás Bobby?

Recé, conforme me lo pidió, para que terminara la guerra.

¿Regresaste con bien de tu lugar en el Pacífico?

Y no supe ya más…

***

“Un general aficionado.

“El Presidente de México general Manuel Ávila Camacho tenía un hermano, Maximino, que ocupaba, en los días que lo conocimos, el puesto de gobernador de Puebla, que dejó para asumir el importante cargo de secretario de Comunicaciones. Su personalidad era bastante compleja y, sujeto como lo estaba, a odios políticos, su carácter era bastante discutido. Mas, a pesar de las múltiples facetas de su vida y el punto de interrogación que para muchos resultaba su índole, yo lo conocí como persona emprendedora, sumamente aficionada y extremadamente generosa y agradable.

“Rejoneaba en la plaza de toros de Puebla todos los festivales que le parecía y compraba todos los caballos buenos que encontraba, hízose ganadero de reses bravas y fue empresario de El Toreo. Hombre de mirada astuta y seria expresión, el secretario de Comunicaciones, al hablar de toros, se volvía casi infantil. Nosotros –Asunción, Ruy y yo– entrábamos en la secretaría como si fuera su casa; por algo la palabra rejoneando en el departamento de Comunicaciones era sinónimo de ‘Sésamo, ábrete’. Las puertas se deslizaban, los porteros corrían y sin tropiezos, navegando sobre ricas alfombras, llegábamos al despacho del general.

“‘¡Cierren las puertas!’, ordenaba a sus secretarios, al recibirnos y adviertía: ‘No deseo ser interrumpido. Estoy en consejo de secretarios’.

“Y empezábamos a hablar de caballos.

“En una de esas visitas, el general me preguntó si había recibido una montura muy bonita que nos había enviado como regalo. Al enterarse de nuestra contestación negativa, se volvió hacia uno de sus ayudantes que lo acompañaba siempre, aun en el despacho.

“‘Que lo metan al bote’, ordenó, y luego nos explicó, sonriéndose: ‘El talabartero es un artista maravilloso, pero se emborracha tanto que no termina sus obras más que en la cárcel’.

“Ser torero en México era una especie de salvoconducto para muchas situaciones y lugares. En el Departamento de Extranjería, por ejemplo, donde en tiempo de guerra los extranjeros perdían horas haciendo cola, el portero de la entrada, al reconocerme, me aconsejó muy quedo:

“‘Diez retratos con su autógrafo y en 10 minutos obtiene lo que desee’.

“Nos marchamos, y al día siguiente regresamos con el sobre y, en efecto, entramos y salimos en menos tiempo del que tardo en contarlo.

“Siendo entonces época de tomar medidas de guerra –que parecían tomarse tan sólo para hacer algo–, se establecieron dos que nos fastidiaron mucho. Una, fue el racionamiento de la gasolina y otra la prohibición de circular por las carreteras ciertos días de la semana. Esta última no se aplicaba a los coches de los médicos, pero por más que quisimos los toreros justificar igual la necesidad de viajar, nada conseguimos.

“Pienso, y quien sabe si con razón, que la autoridad suprema al negarnos la facilidad deseada contaba con la comprensión y de la policía, que cerraría los ojos, lo más posible al vernos caminando en día prohibido. Y si lo pensaron así, estaban cerca de la verdad. Recuerdo que regresaba de Torreón uno de tales días prohibidos y conducía yo con el desparpajo necesario cuando sonó un pito estridente.

“‘Ya está –dijo alguien–, nos amolaron.’

“El guardia se me acercó.

“‘Perdone usted este abuso de autoridad –me rogó–, pero quisiera su autógrafo.’

“Para la obtención de gasolina era preciso tener algún ingenio y, como decía Ruy, poca vergüenza. Con un poco de, llamémosle así en este caso ‘virtudes’, Carnicerito nos apostó en Monterrey que conseguiría llenar los depósitos de tres coches en el mismo surtidor: ‘Llene los depósitos inmediatamente, que el general y la comitiva tienen prisa.’

“Salimos con los depósitos repletos.

“Le contaba yo al general Maximino estas peripecias, cuando me dio un documento nombrándome policía secreta del Estado. El papel requería de la policía su completa cooperación, con el fin de que pudiera circular sin ningún tropiezo, para el mejor cumplimiento de ‘mi deber’”.

(Continuará)

(AAB)