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Venezuela, otra vez
D

esde 1998 cuando Hugo Chávez ganó las elecciones que lo llevaron a la presidencia de Venezuela, no han cesado las agresiones contra ese pueblo, que cansado del saqueo, decidió, con aciertos y errores, hacer valer su autodeterminación.

Apenas un año después de haber asumido la presidencia, Chávez convocó, por medio de un referendo, a la redacción de una nueva Constitución, la cual se adoptó en 1999. Nació así la República Bolivariana de Venezuela, en claro homenaje a Simón Bolívar, el libertador de Venezuela y fundador de la Gran Colombia.

Con la nueva Constitución y el respaldo de un brioso movimiento popular, el proyecto bolivariano inició la recuperación de sus industrias petrolera, eléctrica, telefónica, cementera, siderúrgica, metalúrgica, minera, arrocera, portuaria, azucarera en incluso de bancos y hoteles. Gigantes trasnacionales como Exxon Mobil, Santander, Cemex, Crystallex, Cargil y Hilton vieron afectadas sus ganancias.

Con la recuperación de estas industrias, el gobierno de Venezuela pudo realizar una gran inversión en materia de educación, salud, vivienda, trabajo e infraestructura. Los logros alcanzados en estas áreas han sido reconocidos por diferentes instancias de la Organización de las Naciones Unidas y por el Banco Mundial.

La participación social en este proceso fue determinante en todos los aspectos. Los debates y esfuerzos por crear y expandir el poder y la soberanía popular vinieron de todos lados. Los poderes constituidos se vieron fortalecidos con poderes constituyentes que, mediante procesos asamblearios, buscaban conformarse en la instancia primaria para ejercicio del poder. Así quedaría establecido en la Ley de los Consejos Comunales en 2006.

Los debates sobre la profundidad de la transformación llegaron a tal punto que para 2010, el mismo Hugo Chávez trazó la ruta rumbo a un Estado comunal: llegó la hora para que las comunidades asuman poderes de Estado, lo que conllevará administrativamente la transformación global del Estado venezolano y socialmente el ejercicio real de la soberanía por parte de la sociedad a través de los poderes comunales. El anuncio no se quedó en meras palabras, pues vino acompañado de una nueva Ley Orgánica del Consejo Federal de Gobierno para garantizar la participación de la sociedad organizada en consejos comunales, comunas y cualquier otra organización de base del Poder Popular.

Lo que en Venezuela aconteció fue un verdadero proceso revolucionario que rápidamente se volvió referente de otros procesos latinoamericanos y del mundo entero. La conformación de un bloque regional que pudiera hacer frente a los intereses de EU en la región se hizo necesaria. Así nació la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América en 2004, un organismo internacional que permitió a diversas naciones de la región tener mejores condiciones geopolíticas para negociar con otras naciones y también con las corporaciones.

Lo que sucedió en Venezuela, junto al zapatismo en México –guardando toda proporción y diferencia–, fueron hechos que contribuyeron a acabar con el discurso del fin de la historia y a romper con el consenso neoliberal. Desde entonces, ni a unos ni a otros se les perdona tremenda rebeldía.

La osadía del pueblo venezolano de reclamar, ejercer y defender su autodeterminación ha significado un estado permanente de guerra, abierta y encubierta, por parte de la oposición interna, casi siempre vinculada a los poderes políticos y económicos de EU, y a las derechas más rancias y retrógradas que hoy nuevamente gobiernan en gran parte de América Latina.

El actual conflicto en Venezuela debe leerse en sus justas dimensiones: como parte de una guerra constante que ha minado severamente su economía nacional, como parte de un reordenamiento geopolítico en la región y también como antesala de un conflicto de alcance global que podría llevar a la humanidad entera a una de sus fases más oscuras.

Toca al pueblo venezolano decidir su presente y futuro. La paz y estabilidad que eso exige, pasa necesariamente por frenar la guerra económica, mediática y también militar que desde afuera se impone.

Si Venezuela cae, la humanidad cae, afirmaron Chomsky y Pilger en 2017. Por lo pronto, Venezuela, otra vez, volvió a vencer.

*Sociólogo