Opinión
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Ciudad perdida

El oportunismo de Nazario

C

on ese toque de oportunismo que sólo los que llevan en el ADN político las siglas del PRI, el diputado local Nazario Norberto Sánchez, hoy convertido en defensor de las causas de Morena, pero además ex militante del PRD –que nadie lo acuse de sabandija–, propuso al Congreso local hacer legal el uso de algunos instrumentos para la defensa de las mujeres.

Si bien es necesario buscar y aplicar todas las medidas que permitan fortalecer la seguridad de las mujeres en la capital, también es cierto que no es con ocurrencias como se puede lograr ese objetivo, porque así el remedio puede resultar más peligroso que el mismo mal, y es que la prisa que imprime el oportunismo pasa por alto y cierra los ojos ante una serie de situaciones que resultan muy desfavorables.

El diputado plantea que se anule la prohibición de usar rociadores, espolvoreadores, gasificadores y dosificadores de sustancias químicas que produzcan efectos pasajeros en el organismo humano, sin llegar a provocar la pérdida del conocimiento, dice a la letra la propuesta, y agrega: tampoco se consideran objetos o instrumentos prohibidos las armas electrónicas que sólo produzcan efectos pasajeros en el organismo humano, siempre que su uso no provoque la pérdida del conocimiento ni ponga en riesgo la vida.

La propuesta del diputado fue interpretada como permitir que se use el gas pimienta y los llamados inmovilizadores –que no son otra cosa que descargas eléctricas en contra de un atacante–, de forma legal, y esto tiene su lógica si nos atenemos a la violencia desatada que se sufre en la Ciudad de México, pero en el rango de consecuencias no parece haber alguna razón que prevenga males mayores.

Nos referimos, desde luego, a lo que se propone, como el uso indiscriminado de estos instrumentos. El asunto es grave y nos obliga a levantar algunas preguntas, por ejemplo: ¿quienes estarían autorizados para vender esos instrumentos?, ¿se venderían sin ninguna restricción a quien quiera o pueda pagarlos?, ¿estaremos a la puerta de la autorización del uso de otro tipo de armas?

Sí, sin duda, el asunto es grave. En el mismo Congreso se ha dicho que enero fue el mes con más asaltos en el transporte público en el lustro reciente, por ejemplo, pero se ve lejano que el uso de los instrumentos propuestos pueda acabar o inhibir el delito; por el contrario, lo que sí promete es un incremento en la violencia, cosa que no debería ser permitida por ningún motivo.

Pero además parece que el diputado Nazario no tomó en cuenta que al convertir esas armas en instrumentos legales, los delincuentes podrán adquirirlos y con ellos atacar a quienes buscan dañar. Por eso el legislador debe tomar en cuenta cada uno de estos problemas antes de cometer un error costoso. Si el uso de esas armas es legal, entonces las agravantes en el caso, por ejemplo de un asalto, podrían disminuir.

En fin, lo que debe pensarse es que la tarea de la defensa de los ciudadanos está en las manos de los organismos creados por el gobierno para ello. Apurar a las autoridades desde el Congreso para cumplir con sus fines sería una buena estrategia. Tal vez lo de Nazario tenga las mejores intenciones, pero es demasiado peligroso. Aguas.

De pasadita

Parece que en todas partes del gobierno de la ciudad hay una preocupación mayor después de la inseguridad, y se trata de la movilidad, pero la autoridad encargada del asunto parece haber caído en un terrible lapso de ceguera porque las cosas no han cambiado; por el contrario, se ven cada vez más difíciles de solucionar. Los camiones recolectores de basura siguen obstaculizando las vialidades, y con ellos los repartidores de refrescos, cervezas y todo lo que se pueda ocurrir, con plena impunidad.

El milagro clasemediero de hacer que la gente se transporte en lo que alguna vez se conoció como patín del diablo –hoy escúter–, en bicicletas de alquiler o en patines o patinetas, además del caos que se corona con el uso de motocicletas ha convertido a la cinta asfáltica –donde existe– en un punto peligroso para todos. Hoy más que nunca si lo que se quiere es el retiro de los autos de las calles, lo más sencillo sería impedir a las armadoras de vehículos que no sigan produciendo esos artefactos del demonio, pero ahí sí, ni una palabra. Qué barbaridad.