Opinión
Ver día anteriorDomingo 10 de marzo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Unas de cal y otras de arena
A

nadie cuerdo se le puede ocurrir pedirle al presidente Andrés Manuel López Obrador ni siquiera una política nacionalista revolucionaria como la del general Lázaro Cárdenas del Río. La relación de fuerzas es muy desfavorable y México está incorporado al Comando Sur de Estados Unidos que prepara la invasión de Venezuela y de Cuba; Washington, además, es el principal comprador de los productos mexicanos y nos vende la inmensa mayoría de nuestros alimentos e insumos –lo cual le da una inmensa capacidad de chantaje– controla igualmente las finanzas y fomenta el narcotráfico; brindándole un enorme mercado y un santuario financiero y vendiéndole todas las armas que quiera.

Por otra parte, ni México, ni Estados Unidos, ni el mundo siguen siendo los de finales de los años 30. El país está desquiciado por los saqueos de los gobiernos neoliberales. La gallina de los huevos de oro Petróleos Mexicanos (Pemex) está maltrecha, flaca y desplumada y no es competitiva en un mundo que, además, se aproxima a una nueva recesión económica que reducirá el consumo de combustibles fósiles. La sociedad es actualmente mucho más desigual, el feminicidio es masivo y cotidiano, las solidaridades se están disolviendo y unos pocos multimillonarios planetarios se enriquecen cada día más explotando a una inmensa mayoría de pobres desorganizados que han retrocedido en el nivel de conciencia y de autoorganización que tenían cuando Lázaro Cárdenas sostenía la denominada educación socialista y armaba a los campesinos para enfrentar las llamadas guardias blancas.

Pero sí es posible exigirle a AMLO inmediatas medidas democráticas, reformistas radicales, e imponerle prioridades sociales de fuerte impacto económico. La transición no debe favorecer sobre todo al gran capital sino que debe, en cambio, pagar la deuda histórica con los explotados y oprimidos y preservar lo que aún queda de los recursos salvajemente depredados.

En vez de un gobierno progresista tardío mucho más moderado que los de Luis Inácio Lula da Silva o los Kirchner es posible una democracia apoyada en la autonomía, la autogestión, la autoorganización y la movilización de los 30 millones que votaron por Morena y también de buena parte de las otras decenas de millones que se abstuvieron, sufragaron en blanco o dieron su voto a alguno de los candidatos independientes.

AMLO es un presidente procapitalista, pero tiene una base de masas que exige medidas antiimperialistas que afectan al capital. Hasta ahora ha preferido dar prendas y comenzar a pagar de inmediato lo que las fuerzas armadas y un sector del gran capital le exigieron para aceptar su acceso al gobierno. Por consiguiente, no puede evitar echar unas paladas de cal y otras de arena, hacer concesiones a las fuerzas que le presionan por la derecha y por la izquierda. Pero lo que está dando al gran capital perpetúa el México que hay que erradicar e impide su real transformación cualitativa.

Para hacer un gobierno democrático y popular debe, en cambio, satisfacer más a los pobres y explotados que a los Romo, Salinas Pliego y compañía.

Es correcto que Pemex sea prioritaria y que se impida el huachicoleo. Pero hay que restructurarla y eliminar y castigar la corrupción. Cuauhtémoc Cárdenas ha formulado para ello una serie de propuestas correctas y necesarias. Habría que añadirles la democratización y limpieza del sindicato, la construcción de refinerías y la complementación de la producción de petróleo y de gas mediante la extensión masiva de la captación de la energía solar, eólica y marina.

El recalentamiento global, en efecto, desertifica aún más todo el norte del país y para frenarlo es posible instalar donde no haya tierras cultivables grandes usinas solares y plantar decenas de millones de árboles para dar trabajo, mejorar los suelos, traer lluvias, absorber carbono y reducir las temperaturas extremas. Los molinos eólicos deberían trabajar en las zonas norteñas semidesérticas y en las costas poco pobladas de ambos océanos donde también es posible captar las mareas, no en las regiones ístmicas densamente pobladas. Esa producción de energía limpia y renovable reduciría los costos globales y evitaría los derrames, el huachicoleo y la contaminación. También hay que reforzar el tráfico de marítimo y ferroviario para reducir la contaminación, el consumo de carburantes y el despilfarro de materias primas en la fabricación de automotores y neumáticos.

Un país con escaso poder adquisitivo, bajísimo nivel cultural, ignorancia y miseria masivas produce súbditos y esclavos, no ciudadanos libres. Por eso los escasos recursos disponibles deben servir prioritariamente para elevar de inmediato el nivel de vida y crear empleos bien pagados y para elevar la productividad es necesario reforzar al máximo los esfuerzos en pro de una educación moderna, hospitales, medicina preventiva y viviendas dignas. La Justicia debe obligar a los ladrones a devolver lo robado, hacerles pagar sus delitos sin perdón alguno y castigar sin dilación los asesinatos de Samir Flores Soberanes, de los 43 normalistas de Ayotzinapa, de Miroslava Breach, Javier Valdés y otros periodistas y militantes sociales. (Sigue el próximo domingo).