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El estante de lo insólito

Licántropos: horrores y colmillos

Pero el hombre abre los ojos y mira. ¿qué tiempo ha pasado? ¿Qué cataclismo ha sobrevenido en el mundo? ¿Quñe trastorno de la naturaleza trasuda el horrible acontecimiento? Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente, va a morir.

Horacio Quiroga. El Hombre Muerto.

E

n Mesoamérica, diferentes culturas refieren a los seres humanos capaces de transformarse en un animal, es decir, su nahual. No hay definiciones únicas y las reinterpretaciones son tan infinitas como el cosmos, pero se han ceñido a dos preceptos centrales: por un lado, los brujos (hechiceros, chamanes, guías espirituales de la tribu) que para tratar las problemáticas terrenales se hacían un mismo espíritu con su igual animal, el necesario o el posible para tener acciones concretas o reorientar a los descarriados; la otra idea es la que concentran ciertas leyendas, como esas transformaciones que permitían (o permiten, según el barrio del país en el que ande uno) una transformación para pasar de incógnito entre ladrones, amantes o asesinos nahuales, es decir, que se seleccionaba un animal particular con propósitos específicos. Historias (con alguna consistencia antropológica, filosófica, de ritos sagrados o puramente fantásticas) similares hay en muchas partes del mundo (el término usado mundialmente es zoantropía, mutación de seres humanos en animales), y eso es lo que incorporó Bram Stoker en su novela Drácula para otorgar a su oscuro protagonista la capacidad de convertirse en licántropo a voluntad. Así, el autor irlandés combinó dos mitos antiguos en un ser letal superior, capaz de ser vampiro y hombre lobo.

¿De quién son esos colmillos?

Desde los lobos que terminaban con rebaños y hasta sus cuidadores en cualquier terreno del mundo, hasta el lobo que se come a la abuelita y atosiga a Caperucita roja en el cuento de Charles Perrault, o el lobo soplador que derriba hogares de Los tres cochinitos, la figura de gran fiereza del lobo tiene una característica implacable: es determinado y nunca duda o va hacia atrás. Hay lobos muy importantes, como Luperca, la loba que amanta a Rómulo y Remo, parte de la historia tradicional de la fundación de Roma; y sin maternal y amorosa manada de lobos Mowgli no hubiera alcanzado edad para caminar en El Libro de la Selva, de Rudyard Kipling (otra manada de lobos criaba a otro huérfano en la cinta La leyenda de la bestia; Freddie Francis, 1975). Un lobo es el que da sentido al militar John Dunbar (Kevin Costner) en Danza con lobos (dirigida por el mismo Costner en 1990) y otro lobo acompañaba al combatiente policiaco de asfalto en la cinta de patadas largas MacQuade. El lobo solitario, con Chuck Norris (Steve Carver, 1982).

Larry Talbot para siempre

Pero la historia que pervive en torno a la licantropía es la del ser humano que sufre mutación en lobo (hombre o mujer) después de ser mordido por una bestia que le transmite el mal o por algún rito cuando la cosa viene con línea diabólica. Con imágenes de licántropos en cientos de películas, nadie olvida la primera narración total del Hombre Lobo como personaje terrorífico en El hombre lobo (The Wolf Man; George Waggner, 1941), que ponía a Lon Chaney Jr. a padecer transformación licántropica y de paso ganarse lugar (el único, sin otro papel tan destacado) en el cine mundial. En un lance que sorprendió a los espectadores, este legítimo primer hombre lobo del cine, pasó por los sets mexicanos para filmar la comedia con Tin Tan La casa del terror (Gilberto Martínez Solares, 1959), repitiendo escenas de transformación y colmillos filosos. La propia productora Universal reunió a Lon Chaney Jr. y Bela Lugosi para la divertida Frankenstein y El hombre lobo (Frankenstein Meets the Wolf Man; Roy William Nelly, 1943). Chaney volvió a mutar para el largometraje La mansión de Drácula (Erle C. Kenton, 1945). Terence Fisher hizo otra aproximación interesante en La maldición del hombre lobo (1961), buscando tener piso de relato clásico, con ambientación del siglo XIX.

La película que demolió para siempre la modernidad del mito fue Hombre Lobo Americano en Londres (1981), estelarizada por David Naughton. La maestría en la realización de Landis en ese filme, lo llevaron a ser convocado por Michael Jackson para dirigir su tema Thriller, que se convirtió en el videoclip (como el propio álbum) más exitoso en la historia de la industria musical. El genial Rick Baker hizo el maquillaje en ambos trabajos. Benicio del Toro hizo la recreación del clásico en The Wolfman (Joe Johnston, 2010), luego de que gente como Jack Nicholson y James Spader lo hicieran en Lobo (Mike Nichols, 1994), Michael J. Fox en la comedia Travesuras de un lobo adolescente (Rod Daniel, 1985), o de que un elenco de jadeantes fornicadores licántropos llenara la pantalla en Aullidos (Joe Dante, 1982); o que el mito del hombre Lobo pasara por leyendas de los indígenas norteamericanos en Wolfen (Michael Wideleigh, 1982). El legendario cineasta Wes Craven dejó su huella en el género con La marca de la bestia (2004), con criatura licántropa acechante en la ciudad de Los Ángeles; la cinta tiene el estilo de suspenso psicológico y gran susto característico de Craven. Lobos de pelaje inamovible en Crepúsculo (Catherine Hardwicke, 2008), como bien peinados provocadores de la líbido. Los años recientes mostraron una renovación tanto en mito como en transformación a través de la tetralogía Underworld (iniciada en 2003), dirigida por Len Wiseman y protagonizada por Kate Beckinsale como Selene. El segundo capítulo de la saga fue La rebelión de los licántropos (2009).

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▲ Ilustración Manjarrez / @Flores Manjarrez

Otras jaurías

Santo vs las mujeres vampiro (Alfonso Corona Blake, 1962) mostró a Fernando Osés como seguidor de la líder vampiro Zorina (Lorena Velázquez); él suplantaba al rival en cuadrilátero de El Enmascarado de Plata y, en el límite del duelo, El Santo le arrebataba la máscara para descubrirlo transformado en hombre lobo. En Santo y Blue Demon vs los monstruos (1970), Vicente Lara Cacama era el hombre lobo que completaba la banda de rufianes monstruosos que se las veían con los héroes encapuchados. Otra clase de héroe campirano era el de Dagoberto Rodríguez, encarando otra banda de monstruos con todo y licántropo en El charro de las calaveras (Alfredo Salazar, 1965). Santo y Blue Demon vs Drácula y El hombre lobo (1972), del realizador Miguel M. Delgado, pone a los gladiadores a darse un entre superlibre contra el famoso Conde y al peludo en modalidad de Rufus Rex (Agustín Martínez Solares). Santo vs las lobas (1972), de Jaime Jiménez Pons y Rubén Galindo, causó escalofríos mayores en manada de lobos hembras y machos arrolladores y afanados en la conquista total ante la llegada de la gran luna roja, capitaneados por Licán (Jorge Russek). Sólo los podría detener un símbolo de plata. Y si lucha pior.

En 1965 Rafael Baledón hizo La loba, estelarizada por Kitty de Hoyos como letal licántropa en infames maquillajes peluchescos para asesinar y succionar sangre. Joaquín Cordero hace de científico cazalobos como el Dr. Bernstein. De las pocas mujeres lobo con papel estelar en la cinematografía, como en el largometraje de John Fawcett Ginger snaps (2000). Tampoco hay que olvidar que Blue Demon debutó en la pantalla grande precisamente enfrentando a Lauro (Jaime Fernández), un científico que extrae de viejos tratados una fórmula que le permite adquirir fuerza de bestia feroz bajo el precio de transformase en hombre lobo en la cinta El demonio azul (Chano Urueta, 1965).

Sin ganas de aullar

Pero mientras en el cine el hombre lobo es fascinación terrorífica, las personas con el padecimiento de hipertricosis, es decir, con desarrollo de vello facial a la manera de los lobos (en ciertos circos y museos de feria se ofrecía la oportunidad de ver a las personas que tenían el mal del lobo), encuentran dolorosas dificultades para integrarse socialmente. El documental de Eva Aridjis Chuy, el hombre lobo (2014), muestra el caso del mexicano Jesús Chuy Aceves, quien es parte de un linaje familiar de personas con vello lobuno, y que cuenta en forma entrañable lo que pasa con él y su familia al ser herederos de este mal congénito. No para todos se trata de aullar a la Luna.