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Infancia y Sociedad

Democracia, según María Zambrano

“S

i hay que definir la democracia puede hacerse diciendo que es la sociedad en la cual no sólo es permitido, sino exigido, ser persona”, es la tesis central de la obra que sobre el tema desarrolló la filósofa malagueña María Zambrano (1904-1991), heredera intelectual de Miguel de Unamuno y de Antonio Machado, alumna predilecta de José Ortega y Gasset y admiradora absoluta de Séneca: El más español de los filósofos y también el más filósofo de los españoles.

Dentro de la exuberante obra filosófica de María Zambrano, Persona y Democracia” (Siruela 2004) puede considerarse una de sus obras más políticas, aunque va mucho más allá de lo político. Zambrano analiza historia y evolución de esa forma de gobierno desde sus orígenes, en la Grecia clásica, para llegar a sus fundamentos, que la convierten en el modo de organización social más ennoblecedor para el ser humano.

Para profundizar el sentido de la auténtica democracia la filósofa relabora el concepto de persona, pues a su modo de ver la gran tragedia de la democracia ha sido no ofrecer en su seno la posibilidad de que cada individuo se convierta en una auténtica persona. Porque sobre cada uno se alza el personaje: esa máscara que lo hace vivir en la representación de diversos papeles (ídolo/víctima/héroe/el malo o el bueno, etcétera) en diferentes contextos, sean totalitarismos, dictaduras o pseudo-democracias. La persona es comprendida por María Zambrano como el ser humano que ha alcanzado la conciencia de sí mismo, aquel cuya esencia le ha sido revelada, la acepta y la quiere para ponerse al servicio de su sociedad, pues no es posible elegirse a sí mismo como persona sin elegir al mismo tiempo a los demás.

Según Zambrano, el obstáculo para una auténtica democracia está en la deshumanización de la sociedad occidental que imposibilita el proyecto de auto constituirse en persona. Esta deshumanización está dada por el Absolutismo de poder que ha determinado la estructura idolátrica de la sociedad occidental desde el Imperio Romano hasta los totalitarismos del siglo XX. El absolutismo es según la filósofa el proceso por el cual el personaje histórico que detenta el poder se erige en ídolo. Para construir la verdadera democracia, Zambrano propone que la sociedad supere su constitución idolátrica, que lleguemos a amar, creer y obedecer sin idolatría.