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¿Por qué siete mujeres se enamoraron intensa y profundamente de Diego Rivera?
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▲ Angelina Beloff con su hijo Diego Marie, Marevna, Lupe Marín (en la fila superior), abajo, Frida Kahlo, Cristina Kahlo, María Félix y Emma Hurtado al lado de Diego Rivera.Foto Fotos incluidas en el libro de Martha Zamora
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▲ Martha Zamora durante la entrevista con La Jornada.Foto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Sábado 22 de diciembre de 2018, p. 3

Una de las premisas de la investigación desarrollada por Martha Zamora para escribir el libro Heridas: amores de Diego Rivera, explica, es que ‘‘no conozco a nadie que haya sido tan profundamente amado como él’’.

En este trabajo la autora se adentra en la vida de siete mujeres que se entregaron con devoción al muralista mexicano.

‘‘Quería saber por qué se enamoraron tan intensa y profundamente”, explica en entrevista con La Jornada. De manera cronológica dedica capítulos a cada una, comenzando por las rusas Angelina Beloff y Marevna, luego Lupe Marín, Frida Kahlo y los tres finales a Cristina Kahlo, María Félix y Emma Hurtado.

‘‘Esta no es una novela rosa”, refiere la autora. ‘‘Te va a azotar contra la pared con cosas que nunca vas a olvidar. Te lo digo porque me pasó. Había momentos en que despertaba y me preguntaba por qué estaba tan triste y angustiada: era convivir con estas mujeres”.

Los enamorados crean una geografía personal, escribe Zamora en la página inicial de 267 de este mapa de vida. Antes de adentrarse las biografías de ellas, relata la infancia de Rivera, quien nació en 1886; la muerte de su hermano gemelo cuando tenía un año y cuatro meses de edad, y cómo la tragedia suscitó el abandono de la madre de Diego.

Conocer otras vidas

La silueta de un sapo se posa sobre una roca en forma de corazón. Esa imagen ilustra la portada. En el interior, además de una investigación detallada de año y medio, aparecen varias fotografías, muchas del artista desde su infancia y de las siete mujeres. Al final Emma Hurtado, su última esposa, depositando alcatraces en la tumba monumental, donde Diego yace desde 1957.

‘‘Tenemos la idea de que las personas muy amadas son bellas”, sin embargo, ‘‘la imagen de Diego Rivera no se compagina”. Una forma de entender fue estudiar a sus parejas más importantes, aunque hubieron muchísimas, algunas ni si quiera documentadas, relaciones de una o dos semanas, ‘‘muchas gringuitas que venían felices a ayudar al maestro con los mosaicos”.

Zamora, quien nació en la Ciudad de México en 1940, comparte que por elección propia disfruta conocer otras vidas, comprenderlas al ubicar su momento y circunstancias personales. El primer fruto fue su libro Frida Kahlo, el pincel de la angustia (1987). Desde entonces Diego y sus múltiples amores se colaron en sus pesquisas.

La búsqueda de testimonios, consultas en bibliotecas y archivos, el encuentro con diarios íntimos, cartas de amor, así como visitas a tumbas y casas sirvieron para reconstruir fidedignamente el cruce de las mujeres que amaron a Rivera.

También fue con Kahlo que comenzó su colaboración con el siquiatra Félix Velasco Alva, quien en el reciente texto se unió a otros especialistas para analizar la sique de uno de los grandes artistas del siglo XX mexicano. ‘‘El trabajo se encamina al conocimiento más esencial en el tránsito amoroso por la vida de Diego Rivera”. Sin embargo, el abandono fue una de las constantes, la infidelidad y la pintura como el más grande amor por encima de cualquiera de ellas.

El libro lo publicó la autora de manera autónoma como una forma de huir de las grandes editoriales. Martha Zamora ha aportado al panorama editorial más de 30 títulos de su autoría y de otros. El primero que surgió de este experimento independiente fue Frida Kahlo, el pincel de la angustia hace 31 años. Así, investiga, escribe, imprime y distribuye cada uno de sus libros; ‘‘ahora estoy en el departamento de publicidad”, bromea.

‘‘Al final es evidente que el amor es una prueba que ennoblece por igual a los felices y a los desgraciados”, escribe Zamora, antesde hurgar honestamente alrede-dor de ellas, pues algunas reaccionaron con violencia al abandono, otras se sumieron en la melancolía y conservaron su amor por más de 60 años.