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Llegó La 4 T
Miles lo esperan a su salida de San Lázaro

A su estilo, salta al camellón para saludar a la multitud

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▲ Miles de personas salieron a la calle para ver al nuevo Presidente en su trayecto hacia el Palacio Legislativo de San Lázaro.Foto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Domingo 2 de diciembre de 2018, p. 7

A empellones, el presidente Andrés Manuel López Obrador se abrió paso al salir del Palacio Legislativo de San Lázaro. Los escoltas le abrían camino hacia el insigne auto Jetta, cuando el mandatario rompió el protocolo.

Con un ágil brinco, trepó al camellón que permite el paso del convoy del Metro y, aferrado a la malla que separa la calle de las vías de ese transporte, agradeció a la gente que desde temprana hora se apostó del otro lado, a varios metros de distancia, y que empeñosa, pese a verlo tras las rejas, no dejó de celebrar el más mínimo detalle.

Alzó la mano y los saludó. La locura se apoderó de quienes presenciaron ese inédito acto. Fue el júbilo. El millar de personas que estaba del otro lado estalló en felicidad, gritos y consignas de apoyo. ¡Obrador, Obrador! ¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo!

El gesto del mandatario era de agradecimiento, de empatía con ese pueblo que soportó varias horas para verlo no sólo salir de la Cámara de Diputados, sino llegar dos horas antes. Con esos que pacientes esperaron dos sexenios para verlo por fin ahí: en la Presidencia.

Una mujer, casi al borde del llanto, sintetizó el sentir de estos cientos: nadie como él. De ahí, el Presidente constitucional subió a su sedán y, escoltado por tres vehículos de las fuerzas armadas, todos con cadetes de los colegios del Aire, Naval y Militar, enfiló rumbo al Zócalo. Entonces le gente corrió para llegar hasta la Plaza de la Constitución.

A lo largo del kilómetro y medio que separa San Lázaro de Palacio Nacional, miles presenciaron el paso de la caravana que seguía al mandatario federal. Detrás del Jetta blanco marchaban los vehículos de los dignatarios que acudieron a la toma de posesión. Fue notoria la menor presencia de seguridad que con sus predecesores.

Con banderas, gorras, sombrillas, muñecos, carteles y pancartas –mucha de esta mercancía comprada a vendedores ambulantes que se instalaron en las entradas al Zócalo– la gente hizo patente su apoyo. La ruta: Congreso de la Unión, Fray Servando y Pino Suárez. Algunos corrían para ver por más tiempo el paso del tabasqueño, una mujer incluso llegó hasta la ventana del automóvil presidencial, en un arrebatado intento por saludar a López Obrador, quien viajaba junto a su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller.

En la Plaza de la Constitución había miles desde temprano esperando su arribo al Palacio Nacional. Unos venían de Ensenada, Baja California; Chiahuahua; Acambay, municipio contiguo a Atlacomulco, estado de México, y la mayoría oriundos de Ciudad de México. Yo vine de Iztapalapa, porque he apoyado a López Obrador desde hace 12 años. Ya han muerto seis compañeras con las que iba a sus mítines, pero aunque sea sola tenía que estar aquí, decía Aracely, de 60 años.

López Obrador llegó al Palacio Nacional a las 13:25. Descendió del sedán blanco en la esquina de Corregidora y Plaza de la Constitución. Nuevamente quiso saludar y agradecer a la gente, lo que generó júbilo entre los asistentes y el nerviosismo en el equipo de seguridad que lo custodiaba, que lo encaminó al interior del recinto.

El nuevo titular del Ejecutivo aceptó en principio, pero tras unos pasos, volvió a regresar hacia donde se hallaba la ciudadanía para volver a agradecerles. Luego enfiló hacia Palacio Nacional. Antes de entrar, atendió las preguntas de algunos reporteros y finalmente entró para reunirse con los representantes de los gobiernos extranjeros que asistieron a la toma de posesión.

¡Que salga, que salga!, gritaban unos que seguían esperanzados en verlo, pero otros respondieron: no, déjenlo quedarse ahí seis años.