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Ciudad perdida

El talón de Aquiles // Ataques y alianzas

P

ese a todo lo que se diga, hay algo imposible de negar: las cosas en el país no podían seguir como hasta ahora.

Esto no invalida ninguno de los errores que ya han causado efecto entre quienes votaron por el cambio, que en algunos temas sólo han visto medidas muy parecidas o incluso decisiones que presagian escenarios peores que los actuales y que resultan en desesperanza y frustración.

Seguramente una de las fibras más sensibles, desde donde sólo se han visto errores y más errores, es en el área de comunicación. Es verdad, Andrés Manuel López Obrador es un gran comunicador, pero no puede, porque no hay nadie detrás de él que logre la credibilidad necesaria para completar la tarea de explicar el porqué de los pasos que toma el gobierno que viene.

El problema se detectó casi desde que se anunció el triunfo electoral, pero había que esperar y hoy el asunto se vuelve peligroso. Los ataques al gobierno electo se han multiplicado. Casi cualquier movimiento es motivo de una andanada de críticas que en algunos momentos no pretenden recomponer nada, sino, como ya habíamos explicado, tratar de menoscabar el apoyo que aún mantiene el presidente electo antes del primer día de diciembre.

Del otro lado no hay respuesta, y no parece cuestión de estrategia, sino de incapacidad. Los ataques no han dado todo el resultado que se suponía deberían tener, y eso porque la interpretación dentro del equipo que gobernará es que se trata de cuestiones de índole personal. A los medios les disgusta López Obrador, y con ese argumento disfrazan la ineficiencia, cada vez más marcada y cada vez más dañina.

Es fácil hablar de cambio de estrategia cuando no hay idea de cómo hacer las cosas, y es más fácil guardar silencio cuando es imposible procesar la razón de las acciones para poder comunicarlas. Faltan menos de dos semanas para la toma de posesión y los ataques habrán de multiplicarse, y en esa medida se buscará restar credibilidad al próximo gobierno.

Por lo pronto, frente a esas no respuestas firmes, el camino que se ha escogido es el de las alianzas con los ofensores. Esas complicidades tantas y tantas veces señaladas como contrarias al bienestar de las mayorías hoy se recrean en puentes de entendimiento que no parecen tener ninguna explicación fuera de las que siempre nos recetaron los gobiernos que ¿ya se fueron?

En fin, el resultado de todo esto es que las piezas que la ineficiencia debió mover desde hace rato las consolida la necedad y el querer suponer que no pertenecen a una aplastante realidad. Total, reconocer errores y enmendar el camino también debería ser un propósito de la cuarta transformación. De eso se trata.

De pasadita

Un equipo de expertos, seguramente tan eficientes como los que revisaron los perfiles de quienes ocuparon los mandos de la seguridad en la Ciudad de México, ahora localizaron un nuevo logotipo para la capital que tiene, desde ya, el sello inconfundible de la mercadotecnia y la voracidad del mercado –es, dijeron las redes sociales todo el día de ayer, un plagio–, y no es lo peor.

Dice el autor que la idea del logotipo –que bien podría ser un anuncio de clips– lo tomó del Códice Mendocino. Y ni como contradecirlo; es más, podríamos jurar que el premio se le otorga por haber logrado destrozar alguna idea noble de aquel códice que hoy terminó en un juego de clips convergentes.

Tenemos que admitir, con profunda tristeza, que el logo escogido despoja de identidad a la Ciudad de México, que por más que se diga carece de elementos visuales que nos permitan identificar a esta ciudad con su historia. La verdad, a todas luces parece mucho mejor la imagen del Ángel que aún se tiene que la opción escogida por los expertos. Ahora resulta que en el cambio de gobierno también se perdió la sensibilidad política. ¡Qué lastima!