Opinión
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Virtudes de la levedad
H

ace 30 años se publicó una novela que dio un portazo en el mundo editorial: se vendió de manera notable, se tradujo muy pronto y en unos cuantos meses ya se vendían copias en Rusia en su versión de pasta dura.

Fue el sueño de cualquier editor, mercadólogo y naturalmente escritor. También provocó no pocas críticas en los círculos literarios mexicanos.

La tacharon de novela rosa, de ser ‘‘literatura light’’, ‘‘desechable’’ pero unos años después, cuando se publicó póstumamente el libro de ensayos Seis propuestas para el próximo milenio, de Italo Calvino, un autor de culto entre los cultos y entre no pocos lectores comunes, los críticos de Como agua para chocolate tuvieron que guardar silencio pues una de las cualidades literarias destacadas por Calvino era la ‘‘levedad’’, la necesidad de la prosa para perder la pesadez , el fárrago, el relleno, el lenguaje pétreo.

Durante 43 años de escribir ficción, decía Calvino, ‘‘tras haber explorado distintos caminos y hecho experimentos diversos’’ su labor al escribir ficción consistió ‘‘las más de las veces en sustraer peso; he tratado de quitar peso a las figuras humanas, a los cuerpos celestes, a las ciudades; he tratado, sobre todo, de quitar peso a la estructura del relato y al lenguaje’’.

Calvino quería deshacerse de ‘‘la pesadez, la inercia, la opacidad del mundo’’. Buscaba huir de lo pétreo, de la mirada terrible de Medusa, la mayor victimaria, me parece, de cualquier escritor.

Y me parece que fue precisamente ‘‘la levedad’’ en la escritura de Como agua para chocolate lo que permitió que cientos de lectores en todo el mundo encontraran cosas nuevas en las conocidas historias de amoríos, familias, cocinas y comidas.

Recuerdo que el analítico Carlos Monsiváis me compartió al enterarse de las prontas ediciones hard cover de Como agua para chocolate que no sabía ‘‘qué hilos tocó’’ Laura Esquivel para que la leyeran en Rusia, Inglaterra, Alemania o Colombia con tal entusiasmo. Sabía, sí, que los había tocado.

Y los tocó, me parece, gracias a ‘‘la levedad’’ de la prosa para contarnos una o varias historias interesantes.

Laura a Esquivel ya era una estupenda guionista cuando escribió su primera novela y sabía de ritmos y respiraciones para interesar al espectador. No sorprende que al poco tiempo de publicarse, la novela fuera llevada al cine con escaso presupuesto y mucho éxito.

Treinta años y millones de ejemplares después nos sigue sorprendiendo: se convertirá en musical en Broadway (el sueño que no pocos escritores han querido construir bajo el amparo del presupuesto oficial) y en unos meses más será una serie internacional de televisión.

Algo más: en 2020 llegará a Londres como coreografía de ballet.