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¿Fin a los acuerdos ambientales para América del Norte?
P

arece que trabaja en un circo y no como el presidente de la mayor potencia mundial. Cada día ofrece un nuevo acto de distracción que despierta comentarios. Si son en contra, es lo de menos. Quiere ser la noticia aunque al lograrlo vaya contra el mundo. Sobre el medio ambiente abundan los ejemplos: su opinión sobre el cambio climático, retirarse del Acuerdo de París y destruir la herencia ecológica de su antecesor. Sobre el primer ejemplo abundan sus tonterías: decir que beneficiará a su país, que la tierra no se está sobrecalentando, pues en el este y centro de Estados Unidos se registran nevadas estupendas, ignora en cambio los calores nunca antes vistos y dos huracanes recientes que causaron muerte y destrozos, de manera especial en Florida.

Sobre el Acuerdo de París alega que frena el crecimiento económico de Estados Unidos y, por ende, la creación de fuentes de trabajo. Y si se trata de destruir lo hecho por su antecesor, Barack Obama, en el aspecto ecológico, nombra a Scott Pruitt como responsable de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés). El señor Pruitt es un negacionista del calentamiento global. Sin embargo, luego de que Donald Trump lo llenó de elogios, de calificarlo como uno de los mejores entre sus cercanos, lo despidió de su cargo de mala manera. La EPA ahora anda a la deriva.

Pero Pruitt tuvo tiempo de comenzar el desmantelamiento de dicha agencia, de disminuir su papel en asuntos clave, como garantizar un aire limpio, evitar la contaminación de las corrientes hídricas; ha hecho menos estrictas las normas para regular la generación de contaminantes por la extracción de hidrocarburos y carbón.

Otra herencia de su antecesor que están destruyendo: el plan de energía limpia, que obligaba a las compañías de electricidad a usar fuentes alternas (eólica, solar y gas) en vez de carbón. Un paso muy positivo para cumplir la promesa que nuestro vecino hizo en París para reducir las emisiones de carbono. Y como cereza del pastel, la EPA acordó no responsabilizar a las compañías químicas por el arsénico que se filtra en el suelo a causa de sus operaciones.

Un nombramiento más, severamente criticado: el del ex congresista Ryan Zinke, responsable del Departamento del Interior. Lo primero que hizo fue reducir la extensión de las áreas naturales protegidas y cobrar más por visitarlas. En los enormes y bellos parques nacionales podrán trabajar las compañías que buscan gas y petróleo. Zinke igualmente se fue contra los acuerdos internacionales que buscan proteger la fauna en peligro de extinción: los cazadores de su país pueden traerse de África sus trofeos: jirafas y leones, por ejemplo. Antes tenían que dejarlos allí. Además, Zinke es un investigador de altos vuelos: al opinar sobre los peores incendios en la historia de California, dijo que fueron obra de grupos terroristas ambientales.

Seguramente el próximo gobierno mexicano sabe de esas y otras medidas muy negativas tomadas por nuestro vecino y socio comercial. También, que existe un campo en el que se requiere una estrecha colaboración de él (y de Canadá) para cuidar el medio ambiente y los recursos naturales de la región, tal y como se asienta en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, firmado en enero de 1994.

Soy pesimista. Vienen tiempos difíciles en cuanto a la agenda ambiental con Estados Unidos, pero suelo equivocarme. Ojalá esta vez también.