Cultura
Ver día anteriorDomingo 21 de octubre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Muestra en el MUAC de Zaha Hadid, arquitecta con deseo de construir
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▲ Sala de Matemáticas en el Museo de Ciencias de Londres concebida por la arquitecta de origen iraquí. Foto cortesía del MUAC

Diseño como segunda naturaleza, exposición inédita hasta ahora en AL que aborda su proceso creativo

Ángel Vargas
Elección de AMLO para la Presidencia, maravillosa forma de conmemorar el 68: Tariq Ali

El intelectual pakistaní-británico participó en la 18 Feria del Libro en el Zócalo

Abren en Xilitla el segundo museo dedicado a la obra de Leonora Carrington
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▲ El recinto conectará con el centro de Xilitla y el jardín escultórico Edward James. En la imagen, una de las piezas que alberga. Foto Notimex
Ángel Vargas
Vicente Juárez
Bellinghausen compila poetas contemporáneos en lenguas indígenas
FIC: teatro esloveno confronta al público con su realidad

Guanajuato, Gto., El montaje ¡Maldito sea el traidor a su patria!, que escenificó el viernes pasado la compañía Teatro Mlandisko, de Eslovenia, en el Festival Internacional Cervantino (FIC), confrontó a la sociedad mexicana con el problema de la violencia en el país e invitó al público a reflexionar sobre sus causas.

Merry MacMasters
Fabiola Palapa Quijas
Vox Libris
La señora Osmond

El narrador irlandés John Banville acaba de publicar La señora Osmond, su novela más reciente, en el sello Alfaguara. Una proeza literaria en la que retrata la búsqueda de libertad e independencia de la protagonista. Con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial, La Jornada ofrece a sus lectores un adelanto de esta obra del multipremiado autor que ya circula en librerías

Había sido un día de inquietudes y sobresaltos, de humo, vapor y polvo. Aún sentía, la señora Osmond, el espantoso impulso y el ritmo de las ruedas del tren golpeando una y otra vez en su interior. Era como si todavía estuviese sentada junto a la ventanilla del vagón, tal y como había pasado unas horas que se le hicieron increíblemente largas, con la mirada perdida en la plácida campiña inglesa que se alejaba de ella sin cesar con todo el esplendor de los claros tonos verdes de la tarde de principios de verano. Sus pensamientos se habían acelerado al compás de la velocidad del tren, pero, a diferencia de este, sin ningún propósito. De hecho, jamás había notado de forma tan aguda aquella precipitación mental, inconsciente e irrefrenable como desde que salió de Gardencourt. La bestia enorme, humeante y ruidosa que había hecho con brusca impaciencia una pausa en la pequeña y humilde estación del pueblo y había permitido que ocupara su sitio en uno de los últimos compartimentos —sus dedos aún conservaban la sensación de la felpa caliente y el cuero grasiento— aguardaba ahora jadeante después de tan titánico esfuerzo bajo el alto dosel de cristal ennegrecido por el hollín de la ajetreada estación terminal y vomitaba sobre el andén su dotación de viajeros aturdidos y desaliñados y su batiburrillo de equipajes. En fin, se dijo, al menos había llegado a alguna parte.