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Puntos sobre las íes

Recuerdos // Empresarios LXXXVI

A

viajar se dijo.

“El miércoles, Asunción, Ruy, Chucho, Eduardo Solórzano y yo salimos hacia Tlaxcala para escoger los toros de mi reaparición. Hicimos el viaje por la pintoresca ciudad de Puebla, donde tomamos un camino muy enlodado, que nos llevó a Rancho Seco. El paisaje, salpicado de cactos y magueyes, era clásicamente azteca.

“En la hacienda nos esperaba don Carlos –mejor conocido como Carlitos– Hernández. Después de los saludos, montamos a caballo para visitar los potreros.

“De la piara de tres años escogimos dos novillos muy bonitos, pero que a Ruy no le acabaron de gustar. Quería algo ‘un poquito’ más grande.

“Entramos entonces a un campo donde estaba un animal hermoso. Tenía cuatro años cumplidos, cárdeno, enmorrillado y era un dije. ¡Parece que lo estoy viendo!

“–Éste es demasiado toro –dijo Chucho–, lástima, porque es precioso.

“–Sí –concordó Ruy–, pero tiene demasiado poder.

“–¿Éste? –exclamó el ganadero.– Este es para la temporada grande. Nada más que se enfermó y lo separé de los demás. Tiene una nota magnífica y debe salir bravísimo.

“–Oye –le dijo Ruy a Solórzano–, sería el acabóse, pero ¡me da miedo!

“–A mí también.

“Y regresamos a la hacienda.

“El delicioso almuerzo, típicamente mexicano, fue precedido de taquitos acompañados de tequila. El tequila era extraído de plantas del propio Rancho Seco y era, según decían los entendidos, una especialidad. A Ruy le hizo mucha gracia beberlo como los mexicanos: colocaban sal sobre la mano para, de golpe, echársela a la boca y tomarse luego la copa de un solo trago.

“Durante el almuerzo se habló de mi reaparición y del éxito que esperaban propiciaran los de Rancho Seco. Solórzano y Ruy se mostraron muy animados.

“–Triunfará, estoy seguro, –afirmó Chucho–, lástima que no sea con el cuatreño.

“–Pero si estamos tan seguros del éxito –intervino Ruy–, ¿por qué no arriesgarnos con el toro grande? Sería el golpe decisivo.

“–Sí –concordó Solórzano–, sería decisivo. Además, el toro es muy cómodo y no está sobrado de peso.

“–¡Claro que no! –dijo Ruy. Es un poco grande, pero no demasiado.

“Conforme iban saboreando el tequila, les iba pareciendo que el cárdeno se ajustaba a la medida exacta.

“Eduardo Solórzano, quien hasta entonces había dicho que era ‘imposible’ que yo lidiara ‘aquello’, empezó, al igual que su hermano, a simpatizar con el animal.

“Al rematar el almuerzo con un aromático café y una copita de anís, el toro estaba elegido por unanimidad: iba a México.

“Pasamos una tarde maravillosa viendo la hacienda, y tuve la suerte de poder admirar el magnífico trabajo de sus vaqueros que, en pleno campo, lazaron y curaron a un toro herido. Fue increíble la ligereza con que lazaron uno las manos, otro las patas y un tercero la cabeza del animal. Enseguida amarraron las reatas a las monturas y jalaron con fuerza. Los caballos clavaron las cuatro patas en el suelo, y el toro, que intentó una embestida violenta, se quedó estirado e impotente sobre la hierba.

“Abandonamos el campo de Rancho Seco casi de noche y llegamos más que contentos a la capital, que tan linda se veía desde las lejanas sierras.

***

“Era jueves, y Solórzano y Ruy estaban en los corrales de la plaza.

“–Estábamos borrachos –dijo Chucho–, mirando al hermoso toro que tranquilamente comía su ración.

“–Completamente –afirmó Ruy–, pero ahora ya no podemos dar un paso atrás.

“–¿Y si Monterito se niega?

“–En ese caso –interrumpió mi maestro– tendremos todo preparado para que salgan picadores.

“–¿Y Conchita sabe torear con picadores?

“–En su vida los ha visto –dijo Ruy–, mas no hay otra forma de solucionar el caso.

“–Sí que la hay –atajó el matador–. Voy a despuntar el toro.

“–De ninguna manera –advirtió Cámara–, eso sí que no lo admitiría. Un éxito con un toro despuntado sería vergonzoso. Los triunfos verdaderos son diáfanos. No. Al toro no se le tocará.

***

“Monterito era una de las grandes incógnitas que solamente se revelaría el día de la corrida. Cuando no hay caballos, resulta peligroso ser rejoneador. ¿Se portaría bien?

El domingo anterior había estado muy incierto. ¿Se cansaría en la lidia de dos toros? Mientras nos hacíamos estas preguntas en silencio, Ruy y yo trabajábamos ansiosamente nuestra jaca torera. ¡Qué nostalgia de la Mizraut!

(Continuará)

(AAB)